miércoles, 18 de octubre de 2017

III RUTA MOTORISTA N-III HISTÓRICA 2017. ASÍ LO HICIMOS



Un reportaje de Route 1963
(Ilustraciones procedentes del libro conmemorativo) 


 III RUTA MOTORISTA N-III HISTÓRICA
VALENCIA-MADRID
24-25 de junio 2017

ASÍ LO HICIMOS


          Originalmente prevista para una sola jornada, como es tradicional (en este caso la del 24 de junio de 2017), la III RUTA MOTORISTA N-III HISTÓRICA VALENCIA-MADRID hubo de llevarse a cabo en dos jornadas (24 y 25 de junio de 2017), por circunstancias que se referirán más adelante. Cuando se tomó esta decisión, tanto los anagramas o logotipos, como las camisetas conmemorativas, ya habían sido diseñados y fabricados, y por lo tanto no fue posible rectificar la fecha. Únicamente pudieron consignarse las fechas correctas en las placas metálicas que incorporan los hitos kilométricos a escala conmemorativos, puesto que fueron encargadas con posterioridad. Por falta de tiempo y presupuesto no pudieron encargarse pegatinas para entregar a los participantes durante la Ruta, pero fueron enviadas con posterioridad junto al libro conmemorativo que se editó para la ocasión, e igualmente reflejan las fechas del 24 y 25 de junio.  Detalles estos de importancia menor, en todo caso, pero que se hacía necesario mencionar.

           Los preparativos de esta III Edición de la Ruta comenzaron muchos meses antes, en noviembre de 2016, con la creación de un nuevo grupo de Whatsapp desde donde canalizar toda la información y comunicaciones entre los futuros participantes. También se crearía una página de Facebook y una página específica en el blog N-III. UNA RUTA HISTÓRICA, con un reloj de cuenta atrás hacia la fecha del evento. Algún tiempo  después  se  establecería  la  fecha  oficial  del 24 de junio de 2017 y comenzarían los trabajos de diseño gráfico de los logotipos o anagramas que llevarían impresos las camisetas, y la fabricación de los hitos kilométricos a escala conmemorativos, una laboriosa tarea artesanal esta última, que se desarrollaría entre febrero y junio.    

           A lo largo de estos meses, mientras el reloj de cuenta atrás corría vertiginosamente hacia la fecha de partida de la Ruta, fueron surgiendo diversos contratiempos: participantes que no podían asegurar su asistencia con antelación, participantes que finalmente se autodescartaban debido a problemas familiares, laborales o de salud, imposibilidad de encontrar alojamiento hotelero en Madrid para la noche del 24 de junio... El panorama se complicaba tanto, que parecía que la única salida razonable era la de cancelar definitivamente el evento o, como mal menor, posponerlo a fechas más favorables. Pero, por diferentes motivos, tampoco esto era posible. Había que improvisar soluciones y adaptarse a los nuevos acontecimientos para realizar la Ruta (o al menos una parte de ella) en la jornada prevista.

           Por circunstancias  que no vienen al caso, no quedaba una sola plaza hotelera libre en Madrid capital ese fin de semana, ni en un radio de cien kilómetros. Pero sí las había, y a precios de hacía veinte años, en un radio de doscientos kilómetros (y a 150 de Valencia), en Motilla del Palancar (Cuenca), en plena y primitiva travesía de la N-III. Habitaciones individuales a 35 € la noche (50 € la doble) con desayuno y parking cubierto para las motos incluidos, eran razones más que poderosas para plantearse una III Edición de la Ruta en dos jornadas consecutivas, pernoctando en el Hotel del Sol de Motilla, un clásico intemporal de esta carretera.     Hubo unanimidad absoluta en esta cuestión, y fue la decisión más acertada que pudimos tomar. Reservamos todas las habitaciones necesarias, y a partir de ese momento la suerte se puso de nuestro lado.

    



          Sin embargo, llevar a cabo la Ruta en dos jornadas, trastocaba por completo los planes originales. Se hacía necesario rediseñar el recorrido, los horarios, e incluso la asignación de alguno de los hitos a escala. Por otra parte, no todos los participantes podían incorporarse a este cambio de planes con absoluta disponibilidad, por lo que no quedó otro remedio que diseñar una Ruta a la carta, en función de las necesidades y posibilidades de cada uno. Se cancelaron los actos inaugurales de la Ruta en Valencia y las habitaciones de hotel reservadas en esta ciudad para la noche del 23 de junio, y en su lugar se estableció en primera instancia la salida oficial a las 10'00 horas del sábado 24 en la gasolinera del km.337 de la A-3, con la idea, posteriormente descartada, de caminar desde allí por un sendero de 500 metros hasta el cercano puente de la rambla de Poyo, uno de los vestigios de la primitiva N-III que no habíamos podido visitar en las dos primeras ediciones de la Ruta por falta de tiempo. En segunda y definitiva instancia se decidió que el punto de encuentro y salida sería la gasolinera del km. 341 de la A-3 a la misma hora. 

          Para evitar el madrugón intempestivo que suponía estar en el punto de salida (a 10 kms. de Valencia) el día 24 de junio a las 10'00 horas, y el exceso de kilómetros (500) en esa jornada, los tres participantes que partíamos desde Madrid decidimos anticipar el viaje a la tarde del viernes 23, pernoctando esa noche ya en el Hotel del Sol de Motilla del Palancar, con lo cual adelantábamos 200 kms. y casi dos horas de trayecto para el día siguiente.  De este modo, Marcelino de la Torre, José Manuel Galán, y el que esto escribe, quedamos a las 18'00 horas en la gasolinera del km. 19 de la A-3.

          No fue una buena idea la elección de esta hora, pues aparte de que el calor resultaba sofocante, tuvimos que enfrentarnos a los interminables atascos y retenciones provocados por la salida masiva del fin de semana en la A-3. Decenas de miles de coches atascados en la autovía, circulación lenta y desesperante, repentinos y bruscos frenazos...  Muy peligroso y muy desagradable cuando viajas en moto con temperaturas superiores a los 35 grados centígrados. Cierto es que a ratos circulamos entre los coches o por el arcén para ir avanzando siquiera lentamente, pero aún así tardamos más de dos horas en recorrer los 166 kms. de trayecto hasta el desvío de la N-III en Honrubia.     Y en la terraza de un bar de carretera de esta localidad conquense paramos largamente a descansar, hidratarnos y esperar a que cayera un poco el sol para recorrer los 34 kms. restantes que nos separaban de Motilla del Palancar.

        Casi anocheciendo llegamos al Hotel del Sol, guardamos las motos en el parking interior del establecimiento, tomamos posesión de las habitaciones reservadas, nos dimos una ducha, nos cambiamos de ropa y bajamos a cenar. Después de una cena frugal remojada con abundante cerveza, salimos a la terraza exterior del hotel, junto a la travesía de la N-III, a tomar una copa y charlar un rato al fresco. No podíamos quejarnos, por fin las cosas estaban saliendo razonablemente bien.



         Inmejorable relación calidad-precio en las habitaciones del Hotel del Sol.  Sobrias, pero cómodas; austeras, pero funcionales. Por 35 € la noche, no se puede pedir más. La noche más corta del año, por cierto, y con apenas cuatro o cinco horas de sueño, otra vez a la carretera. Lo hacemos con muy buena disposición, porque esto es lo que nos gusta. Un desayuno también frugal, algunos cigarrillos, los que fumamos, depósitos de las motos llenos en la gasolinera contigua, y a las 8'30 horas ponemos rumbo a Valencia a través del trazado antiguo de la N-III. Disponemos de hora y media para reunirnos en el punto de encuentro del km. 341 con el resto de los participantes de la Ruta.

          Plácidamente vamos rodando en solitario las tres motos por la primitiva carretera de Madrid a Valencia a primera hora de la mañana con una temperatura que todavía es agradable, pero que muy pronto dejará de serlo. Recorremos la largas rectas hasta Minglanilla, después nos adentramos en los túneles de Contreras, alcanzamos Villargordo, y continuamos por Caudete de las Fuentes, Utiel y San Antonio de Requena antes de entrar en la autovía A-3. Miro el reloj de a bordo y veo que vamos muy justos de tiempo, así que avivo un poco el ritmo y nos abrimos paso con autoridad por el carril izquierdo a través de un tránsito matinal que empieza a ser más intenso de lo deseable. El final del descenso del viaducto de Buñol nos depara lo esperado: una brusca bofetada de calor húmedo y sofocante. A las diez en punto alcanzamos la gasolinera del km. 341, y para entonces el calor ya empieza a postularse como protagonista indiscutible de la jornada, y yo todavía no lo sé, pero en este 24 de junio voy a sudar como no había sudado jamás en toda mi vida.

       Viejos amigos y camaradas de la carretera -Mª José, Tono y Julián-, y nuevos y recién incorporados, como Abel, se nos han adelantado unos minutos y ya nos esperan en la gasolinera dispuestos para esta nueva peripecia que llevamos muchos meses preparando. Abrazos y muchas risas, para empezar.  Aurelio,  a  quien  todavía no conocemos, llegará enseguida: nos informa a través del chat de Whatsapp de que se ha confundido  y está en la gasolinera del km. 337. Tendrá que dar la vuelta. 

       A las 10'20 horas ya estamos (casi) todos: Tono y Mª José (Valencia) con su recién estrenada Indian Chief, Abel (Cullera, Valencia) con la Indian Scout, Julián (Baleares) con la Bmw R-1200 RT, Aurelio (Málaga) con la Triumph Tiger Explorer 1200 (tres cilindros, rompiendo la tradición casual y nunca escrita de motos bicilíndricas en la Ruta), Marcelino (Madrid) con la Bmw R-1200-C, José Manuel (Madrid) con la Bmw R-1200-S, y el que esto escribe (Madrid) con la sufrida Honda XLV-1000 Varadero, la moto más antigua (año 1999) y la única que ha participado en las tres ediciones de la Ruta N-III Histórica. Nos falta un compañero que nunca había faltado, Paco (Valencia), veterano en este evento, que se incorporará a la expedición a última hora de la tarde en Motilla del Palancar con su también recién estrenada Bmw R-1200-GS, y que junto con el que esto escribe, es el único que ha participado en las tres ediciones de la N-III Histórica, aunque curiosamente con tres motos diferentes y en esta ocasión no vaya a realizar el recorrido completo.      Una Ruta a la carta, que contempla las necesidades y posibilidades de cada uno, y se adapta a ellas, y las integra, y que con esta filosofía tan flexible y particular cimenta las bases de su éxito y la satisfacción completa de quienes participan en ella. No tendría ningún sentido hacerlo de otra manera.

      A las 10'30 horas nos ponemos en marcha, ya con media hora de retraso. Contábamos con ello. No podremos recuperar esta demora en todo el día, pero ni siquiera nos importa. Hemos salido a disfrutar, y disfrutaremos, a pesar del calor, que ya aprieta sin misericordia. De momento he conseguido liberar algo de peso y de volúmen en el top-case, con la entrega de las camisetas conmemorativas. A lo largo de esta primera jornada, con la entrega de los hitos a escala correspondientes (siete), conseguiré aligerar mi equipaje en otros tantos kilos.  Salimos a la autovía y rodamos tranquila y ordenadamente unos minutos hasta el desvío de Ribarroja del Turia y su polígono industrial, que atravesaremos para llegar junto al vetusto puente de la rambla de Poyo, hoy cegado en sus dos extremos, por donde transitó la carretera de Madrid a Valencia hasta mediados de los años 50 del siglo pasado.


   

       Subimos casi todos al puente de la rambla de Poyo por su acceso oriental, que está cegado por un abrupto terraplén (el acceso occidental muere junto a la autovía y está cortado en talud), y caminamos de un extremo a otro observando los restos de asfalto de lo que fue la carretera y los vestigios de las marcas amarillas de la señalización horizontal. Algunas fotografías, descenso de nuevo al lugar en donde hemos dejado las motos, y una rápida visita a la propia rambla, que discurre seca bajo los seis arcos del puente.

    A las 11'00 horas volvemos nuevamente a la carretera, quien más, quien menos, ya despojado de la chaqueta de Gore-Tex -es mi caso-, porque el calor empieza a apretar en condiciones. Unos breves kilómetros por la autovía A-3 antes de tomar el desvío a Chiva, cruzar el pueblo a través del antiguo trazado de la N-III, y detenernos en el hito del km. 320, que le ha sido asignado a Aurelio, venido desde Málaga y debutante en la Ruta. Después de la entrega del hito a escala y de las pertinentes fotografías y videos junto al original que todavía sobrevive, recorremos en moto otro kilómetro para detenernos en el hito 319, que le corresponde a Marcelino de la Torre, también debutante en la Ruta y procedente de Madrid. Fotografías, videos, y en marcha de nuevo, pero no por mucho tiempo, porque la siguiente parada está prevista en el hito 311, ya en el Portillo de Buñol. Me equivoco en el desvío y tenemos que dar un pequeño pero molesto rodeo para recuperar el camino correcto. Perdemos aquí unos minutos más, pero no le damos importancia. Sabemos que el horario será imposible de cumplir, y de hecho,  alguna vez miro las hojas del libro de ruta casi de reojo, y compruebo que la demora se va incrementado con cada parada que hacemos. Son las 11'40 cuando llegamos al hito 311. Hemos invertido 25 minutos en recorrer 9 kilómetros, paradas incluídas.

    El hito 311 le corresponde a José Manuel, también debutante en la Ruta, aunque viejo conocedor de esta carretera y de todos sus secretos. El hito en cuestión se encuentra al otro lado del guardarraíl y ligeramente sobreelevado en un pedestal de hormigón. No ofrece ningún peligro subirse a él para la fotografía, pero nuestro protagonista se niega.







     Cuando abandonamos el hito 311 sólo es mediodía y ya no hay quién soporte el calor. La temperatura debe de merodear cerca de los 36 grados centígrados. Sin embargo hay que continuar, y continuamos. Nuestro siguiente objetivo es el hito 303, todavía en el Portillo de Buñol, pero ya en el término municipal de Siete Aguas. Desafortunadamente, el destinatario de la miniatura a escala no ha podido venir a la Ruta, de modo que la sortearemos entre todos los asistentes, como está previsto en estas circunstancias. Bajo ningún concepto estoy dispuesto a regresar a Madrid al día siguiente con un solo hito que no sea el que me corresponde.

     En este punto de la carretera el arcén es muy estrecho para detenerse, pero el escaso -por no decir inexistente- tránsito, y la buena visibilidad de la recta en cuestión facilitan nuestra tarea. El sorteo es muy rudimentario (unos trozos de papel en un bolsa de plástico), pero no hay trampa ni cartón, y Julián se adjudica la miniatura del hito 303 limpiamente. El original se encuentra en lo alto de un pronunciado talud, y tampoco conseguimos esta vez que el protagonista acceda a subir junto al hito. Pensándolo bien, algunos estamos ya lo bastante mayores como para que se nos excusen ciertos esfuerzos superfluos que en el fondo no aportan nada a nuestra ya extensa experiencia vital.

   Después de las preceptivas fotografías de rigor, continuamos la marcha hacia Siete Aguas y el hito 297. Es necesario dar un largo rodeo y atravesar la citada población valenciana para poder acceder al tramo abandonado en donde se encuentra este hito, que le corresponde a Abel. Hasta pocos días antes del comienzo de la Ruta su presencia en la misma estuvo descartada por motivos de salud, pero finalmente una cierta mejoría muy satisfactoria le permite acompañarnos por lo menos hasta este punto, y aún más allá, lo cual nos congratula a todos.





    Después del posado de Abel en el hito 297, volvemos a la autovía para recorrer apenas 10 kilómetros hasta el área de servicio de El Rebollar, en donde está previsto tomar el aperitivo, o almorçaret, que dicen por estas tierras.

    La parada es especialmente oportuna y deseada por todos, pues no sólo tenemos hambre y sed -y especialmente sed-, sino que además el calor asfixiante invita a ponerse a cubierto y someterse a refrigeración un buen rato. Y por otra parte, a estas alturas del recorrido los horarios del libro de ruta se han convertido ya en una quimera inalcanzable, con lo cual tenemos un motivo menos de preocupación.

    Una vez finalizado el muy necesario descanso y aperitivo en El Rebollar, reanudamos la marcha no sin cierta pereza, y volvemos a la autovía para retomar la primitiva N-III a la altura de Utiel, y llegar posteriormente a Villargordo del Cabriel y el hito 249, nuestro siguiente objetivo. Recorremos casi 50 kms. sin detenernos, lo cual es digno de mención en una ruta como esta en la que el personal participante pasa más tiempo bajado de las motos que subido a ellas.

    Son ya las dos de la tarde cuando alcanzamos el hito 249, cuya miniatura le corresponde al que esto escribe, encontrándose el original escondido detrás de un seto que separa la antigua carretera de lo que parece un terreno particular. El hecho de que este hito se halle perfectamente oculto es una garantía de que sobrevivirá durante muchos años más. El tramo de la carretera en cuestión, una recta de apenas un kilómetro que lleva a Villargordo, conserva todavía el firme de riego asfáltico y trazas amarillas de la señalización horizontal de la época. Es probable que estuviera en servicio en la N-III hasta los años 50, y una vez desdoblado se convirtió en un ramal de acceso al pueblo de un solo sentido de circulación, transformado además en una especie de paseo urbano, con bancos de cemento dispuestos en el margen derecho.

    El lugar es tranquilo, solitario y evocador del pasado de la carretera, elementos fundamentales todos ellos en la filosofía de esta Ruta Histórica. Algunos participantes precavidos han conseguido aparcar sus motos a la sombra, otros no hemos tenido tanta suerte o no hemos tomado la debida precaución, y lo lamentaremos muy pronto, en cuanto tengamos que posar nuestras sufridas nalgas sobre los asientos. Huelga decirlo, pero la temperatura ya es absolutamente infernal, y seguirá subiendo cuando, pocos minutos más tarde, lleguemos al primitivo puerto de Contreras.




      El primitivo puerto de Contreras, también conocido como las Cuestas de Contreras, es el tramo más interesante y emblemático de la histórica ruta de Madrid a Valencia, y en ninguna de las tres ediciones celebradas hasta la fecha hemos omitido su visita y recorrido. Fue inaugurado en 1851 y dejó de prestar servicio en la carretera a finales de 1969, cuando se construyó la variante a través de la coronación de la presa del mismo nombre.

    Lamentablemente, en esta III Edición de la Ruta no pudimos dedicarle toda la atención que hubiéramos deseado para solaz de quienes no lo conocían y lo recorrían por primera vez, pero la hora de comer ya se echaba encima y el calor -siempre el maldito calor- nos obligó a abreviar los trámites. Y tanto los abreviamos que ni siquiera nos detuvimos en el hito 237, actualmente pintado de amarillo y sin indicación kilométrica, y la miniatura, cuya adjudicación había quedado vacante, fue sorteada al día siguiente a 137 kms. de aquí, concretamente en Saelices, como se referirá oportunamente en esta crónica.

    Eran las 14'30 horas cuando nos detuvimos breves minutos en el histórico puente sobre el río Cabriel, en donde se ubica el límite de provincias Valencia-Cuenca, y por unanimidad, todos aquellos que pasaban por aquí por primera vez manifestaron su sorpresa y agrado al recorrer este tramo de carretera que se ha preservado casi intacto (postes de protección, asfalto, señales de tráfico...) desde la década de los 60. Realmente, en las Cuestas de Contreras uno tiene la sensación de que el tiempo se hubiera detenido para siempre hace medio siglo. Pero el reloj seguía corriendo y el horario apremiaba si queríamos llegar a comer en el Hotel del Sol de Motilla del Palancar, como estaba previsto, de modo que había que tomar decisiones rápidas, y la Organización las tomó de inmediato: se suprimía la parada en el hito 237 y la posterior visita al tramo abandonado con Toro de Osborne en Castillejo de Iniesta. En cambio, aunque no estuviese previsto, había que detenerse un momento en la gasolinera de Minglanilla, porque algunas motos andaban ya muy justas de combustible. En resúmen, que lo que ganábamos por un lado, lo perdíamos por otro, pero no teníamos mejor alternativa.




    Reanudamos la marcha, dejamos atrás las Cuestas de Contreras, y llegamos hasta Minglanilla, en donde algunos aprovecharon para repostar combustible en sus motos. Alguien tuvo también la feliz idea de comprar una botella de agua helada, de la que bebimos todos o casi todos a morro, pues estábamos exhaustos y sedientos por el calor. Pero había que continuar hasta Motilla ya sin más demora, antes de que nos cerrasen el comedor del hotel y nos viéramos obligados a comer un bocadillo de mala manera, algo que desde luego no entraba en nuestros planes, de modo que los poco más de 30 kilómetros que nos separaban del almuerzo los recorrimos a buen ritmo bajo un sol inclemente, y sin apenas tiempo de ducharnos ni cambiarnos de ropa, nos sentamos a la mesa. Eran las 15'45 horas, y puede decirse que nos dieron de comer casi por caridad, prolongando el cierre de la cocina hasta las 16 horas.

    Los planes para esa misma tarde eran muy ambiciosos, según constaba en el libro de ruta, nada menos que una excursión de 130 kms. a través del trazado antiguo de la carretera por la zona del Júcar que quedó interrumpida a mediados de los años 50 del siglo pasado. Sin embargo, tal y como supuse que sucedería cuando diseñé este recorrido, nadie estuvo dispuesto -y yo menos que ninguno- a volver a subirse a la moto recién comido y con semejante calor. Era preferible tomar una copa en la terraza y luego darse una ducha y echarse la siesta en las habitaciones bien refrigeradas del hotel. Todo lo más, cuando declinase un poco el sol, nos acercaríamos hasta el cercano pueblo medieval de Alarcón para que pudieran visitarlo quienes no lo conocían.

    Alrededor de las 20'15 horas nos pusimos en marcha de nuevo, pero esta vez sólo cinco motos, pues José Manuel decidió no interrumpir su reconfortante y extensa siesta -hubo que despertarle dos horas más tarde para cenar-, y por su parte Abel consideró que era llegado el momento de regresar a Cullera tranquilamente, aprovechando que el sol empezaba a disiparse un poco, que no el bochorno de la tarde, que seguía siendo insoportable. 




     De vuelta al hotel, cerca de las 22 horas, y aún no había anochecido. Es lo que tiene el día más largo del año, que se hace interminable. Paco Vila, el último participante en incorporarse a la Ruta, había llegado ya desde Valencia y nos esperaba en la terraza del establecimiento tomando algunas cervezas, como mandan los cánones. En el parking tenía estacionada su flamante Bmw R-1200-GS recién estrenada, y de hecho terminaría de hacerle el rodaje al día siguiente, en la segunda jornada de esta III Edición de la N-III Histórica.

    De nuevo vinieron las prisas, pues había que cenar y la cocina cerraba, de modo que muy rápidamente tuvimos que darnos una ducha urgente y cambiarnos de ropa. Paradójicamente, todo lo que no corríamos en la carretera, teníamos que correrlo luego al llegar al hotel, si no queríamos quedarnos en ayunas en cada ocasión. Y si el menú del almuerzo había sido, para mi gusto, discretamente escaso, las posibilidades de la cena en las mesas del salón de la cafetería (el comedor no se utilizaba por la noche) consistían únicamente en bocadillos, raciones, o platos combinados. No estaba mal, y seguía siendo barato, y conseguías llenar el estómago con la adecuada satisfacción. El problema venía cuando, a continuación, pretendías prolongar la velada en la terraza del hotel que daba a la carretera: el bar cerraba a las 23'00 horas rigurosamente, con lo cual no había tiempo material de tomarse más que una copa, salvo que pidieras que te sirvieran dos simultáneas con el suficiente acopio de hielo, y es lo que yo hice, y no me arrepentí, porque con esas dos copas estuve entretenido hasta las dos y media de la madrugada, como buen noctámbulo que soy. La mayor parte del personal, sin embargo, se fue retirando a sus aposentos bastante antes, quedándonos de conversación hasta la hora citada sólo Marcelino, José Manuel, y el que esto escribe.  Llevamos los tres muchos kilómetros en moto y muchos años a nuestras espaldas pero, venturosamente, el cuerpo todavía nos aguanta y nos bastan cuatro o cinco horas de sueño para volver a ponernos en carretera al día siguiente y seguir escribiendo los renglones rectos de nuestras biografías sin el menor reproche.


     A las 9'00 horas del día siguiente, domingo 25 de junio de 2017, estaba previsto el comienzo de la segunda y última jornada de la Ruta, que habría de llevarnos al menos hasta el antiguo puente de Arganda, en donde sería clausurada. Quedaba todavía por entregar el hito del km.237 (que sortearíamos en Saelices), y los de los kms. 187, 60, 48 y 37.

    Para ganar tiempo, y con buen criterio siguiendo el consejo de Marcelino, habíamos abonado nuestra estancia en el hotel la noche de la víspera, de modo que una vez levantados y vestidos adecuadamente sólo teníamos que desayunar frugalmente en la cafetería, colocar los equipajes, repostar combustible en la gasolinera anexa y ponernos en marcha. Esta vez la expedición constaba de seis motos y siete personas, pues a la incorporación de Paco había que restar la ausencia de José Manuel, que partió para Madrid con antelación esa misma mañana. A lo largo de la jornada se irían produciendo otras deserciones ya previstas, como oportunamente se mencionará, de tal modo que sólo finalizamos la Ruta en el puente de Arganda tres motos y cuatro personas.

    El día había amanecido nublado y con amenaza de chubascos, y la temperatura todavía era agradable cuando llegamos al hito 187, en el término municipal de Alarcón, que le correspondía a Paco, después de la oportuna reasignación de las miniaturas que tuvo que llevar a cabo la Organización para poder hacer efectiva la entrega de las mismas a todos los participantes, en función de sus posibilidades de participación total o parcial en la Ruta. Como queda escrito en este libro, una Ruta a la carta, buscando el acomodo y la satisfacción de todo el personal. Hubo que contemplar diversas circunstancias y encajar diferentes elementos, pero al final conseguimos completar tan complejo puzzle con absoluta precisión.

   



    A partir de este punto (hito 187), la Ruta admitía dos posibles itinerarios históricos: o bien continuar hasta Honrubia previo paso por el túnel y la presa de Alarcón, o bien retroceder en dirección a Motilla del Palancar para tomar el primitivo trazado de la N-III a través de Olmedilla de Alarcón, Buenache de Alarcón, Hontecillas, Valverde de Júcar, Olivares de Júcar y Cervera del Llano, que fue desdoblado en los años 50 como consecuencia de la construcción del embalse del Júcar, y que desde entonces presenta un recorrido discontinuo. Elegimos esta última opción por ser la más interesante y amena, pero hubo que recorrerla sin pausas, porque algunos de los participantes tenían compromisos urgentes e ineludibles y no podían completar el recorrido íntegro de la Ruta hasta el puente de Arganda, en donde estaba previsto el final de la misma en torno a las 14 horas.
   
    Nos detuvimos solo un momento en Valverde de Júcar para que repostasen combustible algunas de las motos, y aprovechamos la parada para beber agua fresca todos los viajeros, pues aunque el día continuaba ligeramente nublado, las temperaturas ya empezaban otra vez a elevarse hasta valores próximos a los treinta grados centígrados. No había remedio, y al igual que la jornada de la víspera, íbamos a volver a pasar calor en condiciones, este era nuestro sino.

    En Cervera del Llano desembocamos en la autovía A-3, que habría de llevarnos, 45 kilómetros más allá, hasta Saelices, en donde visitaríamos la célebre curva de los novios  y el antiguo tramo de adoquines con área de descanso construido en el año 1930 por el Circuito Nacional de Firmes Especiales (C.N.F.E), dos lugares míticos, y no siempre bien conocidos por el gran público, de la antigua carretera de Madrid a Valencia.

    A mediodía llegamos a Villarrubio para visitar la famosa Cruz de Nino Bravo, erigida en honor del cantante valenciano, que falleció en este lugar en accidente de tráfico (km. 95) el 16 de abril de 1973. Otra parada clásica en la N-III Histórica, aunque en esta ocasión no nos demoramos mucho en ella, pues el tiempo apremiaba, y a los pocos minutos volvimos a a la autovía y pusimos rumbo a Fuentidueña de Tajo, nuestro siguiente objetivo. 








    Nos íbamos acercando al final de la Ruta, kilómetro a kilómetro, de camino a Madrid. El calor apretaba ya de firme en la autovía cuando tomamos el desvío de Fuentidueña de Tajo. Aquí se despidió del grupo Marcelino, con un toque de claxon, pues quería llegar a casa a comer. Quedamos pues en la expedición cinco motos y seis personas, pero muy pronto se producirían más deserciones.

    Atravesamos el casco urbano de Fuentidueña y tomamos el primitivo trazado de la N-III hasta el hito 60, que le correspondía a Julián. Después de las preceptivas fotografías junto al original, que se encuentra en un estado de conservación impecable, Julián se despidió también de nosotros, pues le esperaban en Herencia (Ciudad Real) para un asunto importante. Bajo una fina llovizna que consiguió refrescar un poco el ambiente, regresó a la autovía y puso rumbo a Tarancón. Curiosamente, esta III Edición de la Ruta finalizaba para él casi en el mismo punto (Castillo de Fuentidueña) en donde había iniciado la II el año pasado. Se le resiste, pues, la visita al antiguo puente de Arganda. Por ahora.

    Regresamos las cuatro motos y cinco personas supervivientes a Fuentidueña a tomar el aperitivo, pues apetecía picar algo y tomar unas cervezas heladas en la terraza de un bar de carretera. Para entonces el sol volvía a lucir con intensidad y el calor se haría ya omnipresente hasta el final de la jornada. Después de alguna cerveza y un buen rato de conversación, Paco se despidió aquí de nosotros, para regresar a Valencia. Quedábamos en ruta, pues, Mª José, Tono, Aurelio y el que esto escribe, dispuestos a cumplir con los tres últimos objetivos previstos: el hito 48 en Villarejo de Salvanés, el 37 en las Cuestas de Perales, y la visita al viejo puente de Arganda. 

    A las 15'45 horas, con la foto de despedida de las tres motos en el puente de Arganda, dimos por concluída esta III Ruta Motorista N-III Histórica Valencia-Madrid. Aurelio tenía todavía un largo camino hasta Jaén, y Mª José y Tono tenían otro tanto hasta Valencia. Yo tardaría apenas veinte minutos en llegar a casa, sudoroso y exhausto, pero profundamente satisfecho por el éxito del evento. Todos los esfuerzos habían merecido la pena: fueron dos días memorables que no olvidaremos. 






 

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