jueves, 28 de marzo de 2013

DOMINGO EN LA CARRETERA. Antigua N-III. (2ª parte). La Hinojosa, La Almarcha, Minglanilla y Contreras.

(Publicado originalmente el 25 de mayo de 2012 en el blog EN LA CARRETERA)



Viajando hacia el Mediterráneo por la antigua N-III me voy adentrando gozosamente en una espiral de retorno en el tiempo que me transmite un intenso aluvión de sensaciones y recuerdos de otra época, y voy cruzando mil y un lugares que recorrí antaño, y voy pensando, aquí fue donde esto, aquí fue donde aquello, escenas e imágenes un tanto desvaídas ya por la imprecisión de la memoria, pero  que aún así se resisten a desaparecer del todo, y me parece que todavía estoy viendo a esas abuelas vestidas de negro que barrían con escobas las aceras de los pueblos de la carretera, frente a sus viviendas, muy de mañana, mientras enormes camiones de mercancías que iban o venían de Levante atravesaban las calles casi rozando los balcones y arañando las fachadas de las casas, día y noche, durante todo el año, en un tránsito inacabado e inacabable que era como el manso fluir de un río. Años 60 y años 70, e incluso años 80 y primeros 90 del pasado siglo, cuando era impensable que las carreteras radiales españolas no atravesasen todos y cada uno de los pueblos del camino, que así lo habían venido haciendo por lo menos desde el siglo XIX, o aún antes, cuando se proyectaron para desarrollar esta vieja nación que seguía anclada en la Edad Media. Para nosotros el mar era siempre el destino venturoso del viaje, por eso aquellos pueblos manchegos y mesetarios que jalonaban la ruta se antojaban incómodos e impertinentes, pues en nada presagiaban el Mediterráneo y se presentaban ante al viajero como obstáculos innecesarios que demoraban sin fin el desenlace, haciéndolo más lejano e inalcanzable de lo que en realidad era. Y a veces, la sola evocación de sus nombres resultaba terrible, porque venía inevitablemente asociada a las distancias kilométricas -desorbitadas para la época, las carreteras y los vehículos-, que nos separaban del mar. Pero estas distancias no asustaban menos que el tiempo de recorrido, las horas totales del viaje o las horas parciales entre los distintos puntos del trazado de la N-III, el otro elemento de medida de la ruta que resultaba igualmente abrumador, seis horas Madrid-Valencia en automóvil todavía a mediados los años setenta, por ejemplo.


Un antiguo anuncio de ginebra en la fachada de un edificio en la travesía de La Hinojosa (Cuenca). Lejano quedaba todavía el tiempo venidero en el que se prohibirían los anuncios en las carreteras españolas y el alcohol sería objeto de materia criminal para los conductores. Entretanto, no era infrecuente que camioneros y viajantes tomasen sus copas de coñac o anís en los descansos del viaje antes de volver a coger el volante. No se habían implantado aún los controles de alcoholemia, por supuesto, ni existía una conciencia crítica sobre la incompatibilidad de la bebida y la conducción. Tampoco era necesaria, porque los conductores acostumbraban a matarse mayormente sobrios en aquellas carreteras nacionales llenas de trampas y peligros conduciendo unos vehículos verdaderamente inestables e inseguros. En aquellos tiempos no mataba el alcohol, la carretera por si sola se bastaba para cobrar su tributo de víctimas en cualquier tiempo y circunstancia.


Los daños colaterales de la extinción de las viejas radiales españolas. Restaurantes, bares, hostales y fondas de carretera condenados al más severo estado de ruina. Sin embargo, siguen engrandeciendo el paisaje y constituyen un icono irreemplazable para representar la memoria de lo que fue nuestro país en un pasado reciente. Aquí tenemos una víctima más, a la salida de La Hinojosa en dirección Valencia.


Un cartel ciertamente heterodoxo indica la cercanía de una gasolinera a la salida de La Almarcha. Sería interesante conocer con precisión su antigüedad. El trazado de la antigua N-III por esta zona es el más reciente de todo el recorrido, y se remonta a los años cincuenta del siglo pasado. Anteriormente la carretera discurría más al norte entre Cervera del Llano y Motilla del Palancar a través de los municipios de Olivares de Júcar, Valverde de Júcar, Hontecillas, Buenache de Alarcón, y Olmedilla de Alarcón.



Como acertadamente indicaba el cartel, cien metros más adelante encontramos la rudimentaria gasolinera y otro hostal-restaurante bastante remozado pero que no parece tener demasiada actividad, a tenor de las persianas bajadas en la parte alta del edificio y la soledad general del entorno. La Almarcha es propiamente dicho un cruce de caminos y nudo de comunicaciones (N-III y N-420, antigua Córdoba-Tarragona), pero resulta un pueblo anómalo en la clásica ruta Madrid-Valencia, pues la carretera no cruza en realidad su casco urbano, sino que lo cincunvala. 



En la Almarcha abundan los establecimientos hosteleros de carretera en buen estado de conservación y en aparente funcionamiento, pero todo a su alrededor denota silencio y abandono. Parece un pueblo dormido o suspendido en el tiempo.


Tramos de la clásica N-III abandonados por doquier. La autovía los dejó inservibles. Curiosamente muchos de ellos transitan frente a los cementerios municipales de los diferentes pueblos. Acertada metáfora de la decadencia y la extinción.


Otros tramos, en cambio, se resisten a morir y aún ofician como ramales de comunicación entre los pueblos y la autovía. El único lazo que les une al mundo. Su mantenimiento y conservación dejan bastante que desear, pero soportan un tránsito mínimo que desaconseja la más mínima inversión de obras públicas.





Travesía de Minglanilla. Este pueblo es uno de los que mejor ha resistido los efectos de la decadencia asociados al desdoblamiento de la N-III. Hasta no hace mucho todavía conservaba algunos establecimientos hosteleros y alguna cuchillería funcionando aceptablemente. Sin embargo, de un año para otro se van cerrando estos negocios y va sucumbiendo irremediablemente al ostracismo común a otros municipios vecinos de la carretera.


Nada más abandonar Minglanilla el viaje se anima. Vamos a adentrarnos en una de las zonas más interesantes del viejo trazado: el emblemático Puerto de Contreras y el límite de Cuenca con la provincia de Valencia.  


Utiel 30, Valencia 108. Después de más de 200 kms. rodando por la Meseta castellana, el Mediterráneo está más cerca y el paisaje empieza a cambiar.


Los ingenieros de caminos de las distintas épocas se adornan con unos laureles conmemorativos bien merecidos. Esta es la parte del trazado que más complicaciones técnicas ha ofrecido siempre, desde que Lucio del Valle proyectó y ejecutó en 1850 el primitivo paso de Contreras, hasta la construcción de la autovía a finales del siglo XX, pasando por la segunda variante, realizada a finales de 1969. Todavía se conservan los tres trazados, y en el caso del decimonónico existen en la actualidad proyectos de rehabilitación plasmados en libros sumamente interesantes como el de El camino de Valencia en Alarcón y Contreras (1845-1998). Análisis de viabilidad para su recuperación como carretera histórica . Es este, sin duda, un lugar  histórico y singular como pocos.








El segundo túnel, en la coronación de la presa de Contreras, y el famoso restaurante abandonado.









El tercer túnel y el límite de provincias. Antiguamente, en dirección hacia Madrid, había un cartel que indicaba: Castilla la Nueva. Todavía lo recuerdo, era otro país. Seguimos viaje.

Leer 3ª parte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.