viernes, 12 de abril de 2013

DOMINGO EN LA CARRETERA. (Antigua N-III). (Cuarta parte). Utiel, San Antonio, Requena.




     Cuarta y penúltima entrega de la serie basada en el viaje realizado por la antigua N-III el domingo 20 de mayo de 2012, como parte de los trabajos para el futuro documental que tratará sobre esta carretera.
     Nos encontramos en la parte final del tramo continuo original de doble sentido más largo que se conserva abierto al tráfico de la clásica ruta de Madrid a Valencia, que discurre entre Honrubia y Requena, los escasos 120 kilómetros de carretera general radial que no han sido aprovechados para el trazado de la autovía A-3 o sepultados bajo los cuatro carriles de la misma. Existen otros tramos discontinuos más cortos en las provincias de Madrid y Cuenca, generalmente travesías, de los que ya nos hemos ocupado parcialmente en estos reportajes y con mayor detalle en otros reportajes del blog. También nos hemos adentrado para filmar y tomar fotografías en varios tramos verdaderamente abandonados y cerrados al tráfico, incluso completamente invisibles desde la carretera o desde la autovía, y en este terreno todavía seguimos investigando y queda trabajo complicado por hacer.
  




     El punto kilométrico 260, en una de las largas rectas que llevan a Utiel desde Caudete de las Fuentes. Dos kilómetros más adelante, ya a las puertas del propio Utiel, junto a sus dos clásicas gasolineras de toda la vida (por lo menos la que se encuentra en sentido Valencia) nos encontramos con una agradable sorpresa que me había pasado desapercibida en otras ocasiones, aunque imagino la razón.



     El abuelo y el nieto (o el bisabuelo y el bisnieto, o lo que se nos antoje, pues el mojón puede tener perfectamente más de 70 años y la placa metálica luce impecablemente nueva). Pasado y presente de los hitos kilométricos de las viejas radiales españolas. Probablemente ese mojón nunca estuvo ahí hasta tiempos recientes, sino que ha sido colocado ornamentalmente al remodelar la acera-isleta que separa la gasolinera de la calzada, y esto explica el hecho de que no recuerde haberlo visto antes, pese a haber parado a repostar combustible en este lugar decenas de veces durante los últimos veinticinco años. La gasolinera, por cierto, ya no abre los domingos y el resto de la semana parece funcionar con un horario restringido, pero por lo menos no ha sido abandonada como otras muchas, lo cual ya es un consuelo.


     Cuando el viejo trazado de la N-III discurría por Olivares de Júcar, Buenache de Alarcón y Hontecillas, este punto kilométrico se correspondería con el 267 ó 268, según puede apreciarse en el mapa superior, fechado en 1947. De todos modos, con la constante supresión de curvas peligrosas, adecuación de travesías y variaciones de todo tipo en esta carretera a lo largo de los años, los diferentes puntos kilométricos han debido de variar constantemente, y cabe suponer que los mojones de piedra habrán sido reubicados convenientemente a tenor de estas circunstancias.




  
     Puente sobre el río Magro, en la travesía de Utiel, antiguas señales indicativas de gasolineras y desvaídos rótulos en las tapias que anuncian bodegas y vinos que probablemente no existen desde hace años. Esta comarca ha sido desde siempre una importante zona vinícola y cuenta con su propia denominación de origen Utiel-Requena. El firme de la N-III acusa el desgaste y abandono propios de una carretera que conoció tiempos mejores y que va quedando condenada a una lenta pero persistente decadencia. Decenas o centenares de millones de vehículos a motor recorrieron este camino a lo largo de más de un siglo.






     Lugares emblemáticos en la antigua travesía de Utiel. La gasolinera en sentido Madrid exhibe un interesante mapa de carreteras de la zona realizado con azulejos. Hemos parado a repostar en ella infinidad de veces y nunca se nos ha ocurrido fotografiarlo. Un error imperdonable que tenemos que subsanar en breve. Podía haberlo hecho ese domingo, desde luego, pero por la pereza y la complicación de andar dando la vuelta, tampoco lo hice. Queda pendiente. El Potajero Chico y el Hostal la Abuela son dos típicos restaurantes de carretera que todavía sobreviven, como sobrevive también, pero en completo estado de ruina y deshabitado, ese edificio de viviendas en cuyas terrazas y ventanas recuerdo haber visto ropa tendida hasta no hace mucho tiempo.




     Marchamos ahora hacia San Antonio de Requena. Los tradicionales árboles junto a las cunetas le han dado siempre un encanto especial a esta carretera, pero también han comprometido demasiadas veces la seguridad vial de los conductores. Un despiste, una salida de la vía y una inevitable colisión seguramente de consecuencias lamentables. También recuerdo las lonas y las cajas de algunos camiones rozando las ramas más bajas. Ni siquiera existen guardarraíles, nunca han existido. Antigua N-III, pura y dura. Y con todo el genuino sabor de las cosas auténticas. Los constantes cambios de asfalto, la presencia de la autovía a la derecha y el moderno puente de la línea del AVE Madrid-Valencia son las más recientes concesiones a la modernidad que han transformado el entorno paisajístico de la zona. 






     San Antonio de Requena, igual que antes Caudete de las Fuentes, era uno de esos pueblos de esta ruta que me resultaban especialmente entrañables, hasta el punto de llegar a confundirlos. Su aspecto pulcro y limpio y sus copiosas arboledas en alguna zona de la travesía resultaban agradables y refrescantes en verano y te aliviaban de las tensiones de la conducción, siquiera durante los escasos minutos que tardabas en cruzarlos. Incluso llegamos a frecuentar en alguna ocasión un singular restaurante de comida casera llamado El Faisán Dorado, a pie de carretera, en donde se comían unas excelentes chuletas a la brasa, y que nos tememos ya no existe o por lo menos ha cambiado de ubicación. Ojalá sea esto último. Porque ahora, la decadencia, una vez más, se impone en este pueblo y en su vieja fábrica de alcohol en ruinas (un edificio seguramente representativo de la arquitectura industrial y fabril valenciana, que debería haber sido preservado como bien patrimonial), por más que algunos edificios nobiliarios hayan sido rehabilitados y adecentados, como también se aprecia en los fotogramas. Cuando la antigua N-III lo cruzaba, San Antonio tenía actividad, movimiento, vida, en suma. Ahora, como tantos otros, es sólo un lugar desdibujado entre las brumas del pasado.



     Requena, 5. No eran estos los carteles originales indicativos de distancias de la antigua N-III hasta los años 80, por lo menos. Esos vestigios lamentablemente han ido desapareciendo ante la modernización de las señales de tráfico, ahora inspiradas en los modelos propios de las autopistas y autovías. Pero por los menos las frondosas arboledas a pie de carretera siguen existiendo. 



   También persisten aún, como iconos imprescindibles de esta carretera centenaria, las altas chimeneas de ladrillo y los edificios industriales y agrícolas en las proximidades de Requena, importante población histórica y emblemática en la ruta a Valencia. Durante muchos años, su travesía, larga, lenta y desesperante como consecuencia del intenso tránsito y la estrechez de la calzada, fue un verdadero suplicio para los conductores que circulaban por la N-III. Y eso teniendo en cuenta, como puede apreciarse en el mapa inferior, que por lo menos desde mediados de los años 50, se estableció una variante que evitaba el casco urbano.


     El trazado original anterior, pavimentado de adoquines, todavía se conserva como una calle más del casco urbano de Requena. Lo visitaremos en cuanto nos sea posible. La variante prevista en 1951, que es de suponer sería ejecutada unos años después, es la que hemos conocido y sufrido hasta la construcción de la autovía. 





     Talleres, edificios y restaurantes de carretera en la antigua travesía de Requena que todavía subsisten aparentemente inalterados por el paso del tiempo. En general, cuanto mayor y más próspero es un municipio, en menor grado sufre la decadencia asociada a la pérdida de preeminencia de una antigua carretera radial desdoblada en autovía. Y no sólo porque el tránsito local puede seguir siendo importante a través de ella, sino porque tampoco su dependencia económica y comercial de la carretera nacional es tan acusada como sucede en las localidades más modestas.



     Nada más abandonar Requena se acaban las alternativas del viaje. Sea dirección Madrid o dirección Valencia, estamos condenados a volver a la autovía A-3. Termina aquí el largo tramo continuo de casi 120 kilómetros de la antigua N-III. Pero aún quedan gratas sorpresas y el sabor de la vieja radial se mantiene casi intacto en lugares como el Portillo de Buñol o la travesía de Chiva, hito postrero de este camino histórico. Lo veremos próximamente en el siguiente reportaje, último de esta serie dedicada a un intenso domingo vivido en la carretera.





sábado, 30 de marzo de 2013

DOMINGO EN LA CARRETERA. Antigua N-III. (3ª parte). De Villargordo del Cabriel a Caudete de las Fuentes.


(Publicado originalmente el 1 de junio de 2012 en el blog EN LA CARRETERA)




Un tramo de apenas 20 kms., pero sumamente interesante para recrear y recordar cómo fue la antigua N-III hasta tiempos relativamente recientes. Salvado el obstáculo orográfico de Contreras y el llamado Puerto de las Cabrillas, verdaderos retos técnicos para los ingenieros de caminos de todas las épocas a la hora de establecer una vía de comunicación más eficiente entre la Meseta y Levante, entramos en la provincia de Valencia.




El kilómetro 237, en la célebre subida hasta Villargordo después de atravesar el último túnel de Contreras. Junto a la moderna placa aún se conserva el antiguo mojón kilométrico. No es el único, pues en la zona todavía sobreviven milagrosamente varios de ellos.







Superado el abrupto Puerto de Contreras, nos adentramos ya en las primeras planicies de la Comunidad Valenciana. Sin embargo, aunque esta cuestión no es demasiado conocida, es necesario destacar que la comarca que vamos a recorrer ahora perteneció a Cuenca, y por lo tanto a la denominada Castilla la Nueva, hasta el año 1833, cuando se estableció la actual organización provincial inspirada en los patrones territoriales franceses del siglo XIX, si bien el concepto de provincia proviene de la época romana. Esto quiere decir que localidades tan consolidadamente valencianas en la actualidad como Utiel, Requena y otras, no formaron parte nunca del antiguo Reino de Valencia, sino que fueron estrictamente castellanas hasta hace 179 años, un espacio de tiempo que puede parecernos largo y significativo, pero que a los efectos históricos, sociológicos y de genealogía de la población resulta en realidad muy breve. Y ello explica, por ejemplo, que a raíz de implantarse el modelo territorial autonómico español a partir de 1975 (aún conservándose a todos los efectos administrativos la tradicional demarcación provincial), algunos de estos municipios valencianos por los que transitaba la antigua N-III y que habían pertenecido a la provincia de Cuenca, se aferrasen a sus primitivas señas de identidad tratando de atribuirse pintorescas denominaciones más o menos consentidas o admitidas oficialmente, como aquella de comarca de la Valencia castellana, pero incluso llegando a ofrecer cierta resistencia popular ante la moderada colonización lingüística de la Generalitat y su propósito de que estos pueblos históricamente castellanoparlantes aceptasen de buen grado su inmersión en la lengua valenciana.

Y si estamos hablando aquí de este tema, tan curioso como interesante y desconocido para los foráneos de la región, es por la única razón de que la propia carretera N-III reflejó esta realidad hasta bien entrados los años 80 del pasado siglo, de tal suerte que cruzando pueblos como San Antonio de Requena o Caudete de las Fuentes, por ejemplo, era frecuente ver pintadas en las fachadas de las casas en las que se leía ¡No al valenciano!, e incluso, en términos más formales, rótulos que hacían mención al ya citado concepto de comarca de la Valencia castellana, como era el caso de algunas cajas de ahorros o cooperativas locales que lo empleaban en sus denominaciones.

Treinta años después, tanto las pintadas como el concepto de una Valencia castellana han desaparecido, al menos de las calles, y es dudoso que la lengua valenciana se haya impuesto entre la población, ni siquiera en los más jóvenes, pero realmente el asunto parece haber perdido actualidad e interés. Ahora el interés, que no la actualidad, está en la propia carretera general de Madrid a Valencia y en la ruina y el abandono que va dejando alrededor del viejo trazado con su desaparición.




El desvío a Villargordo del Cabriel. Naturalmente, la primitiva N-III transitaba enteramente por su casco urbano, que recorrimos en Septiembre de 2011 de forma un tanto accidentada, pues la travesía no tiene continuidad en sentido Valencia, y por error y despiste terminamos por meternos en dirección prohibida. Volveremos a visitar y grabar esta travesía en breve. De aquí a Caudete de las Fuentes vamos a encontrar notables vestigios de la antigua ruta que se resisten a desaparecer, por ahora.



La estación de servicio del Cabriel y el restaurante adyacente, ambos cerrados quizá desde no hace muchos años. La soledad y el abandono del sitio resultan impresionantes. Eran las primeras horas de la tarde de un domingo desapacible y ventoso y el aire ululaba entre los surtidores de la gasolinera recreando esas escenas siniestras de la desolación que tanto hemos visto en las road movies americanas ambientadas en la clásica Route 66 u otras carreteras similares cuya existencia parece haber quedado detenida en el tiempo. 




Como no podía ser de otro modo, muchos de los elementos del entorno de la antigua carretera, como los anuncios añejos y las señales de tráfico arcaicas, están en consonancia con la decadencia del lugar y forman parte imprescindible de su fascinante encanto. Un escenario insólito que nos devuelve a los años 70 y 80 del pasado siglo, por lo menos.







Esto es todo lo que queda de la gasolinera gemela situada justo enfrente de la anterior, en sentido Valencia. La vegetación va poco a poco conquistando este territorio, del que se ha enseñoreado ahora el toro de Osborne, otro superviviente a la extinción sistemática de aquella España de carreteras generales de dos carriles por las que tanto llegamos a viajar cuando éramos más jóvenes. Tanto como lo fuimos hacia 1996, cuando está tomada esta fotografía, precisamente junto a la gasolinera desaparecida, pero entonces todavía en servicio.



Otra clásica, aunque no tanto como la antigua N-III. Mi viajada Honda Varadero XLV-1000 del 99, con más de 100.000 kms. a cuestas, está siendo una herramienta imprescindible en todos los trabajos que estamos realizando para el documental. Nació demasiado tarde como para haber podido viajar por esta carretera cuando aún era la auténtica carretera que aquí estamos glosando, no al menos por los tramos que estamos recorriendo hoy, pero su oportunidad de retroceder al pasado por el túnel del tiempo y transitar por la vieja radial de Madrid a Valencia no la ha desaprovechado en absoluto. Y en septiembre, si no antes, está previsto que volvamos a pasar por aquí para dar los últimos retoques a este apasionante proyecto.









Nos ponemos en marcha de nuevo en dirección a Caudete de las Fuentes, otro pueblo emblemático de la N-III. Estas largas rectas eran una delicia para los amantes de la velocidad en los buenos tiempos, cuando no proliferaban los radares ni la tiranía del carnet de conducir por puntos. Nosotros mismos llegamos a correr a placer por esta zona con nuestras motos de entonces, aunque los espacios no aparecían tan abiertos y despejados como se aprecia en estos fotogramas, sino todo lo contrario, el tránsito de vehículos era muy elevado, sobre todo camiones y autobuses, y con frecuencia la tarea de adelantar y seguir abriéndose camino consumía demasiado tiempo y demasiadas energías. Era peligroso y expuesto conducir por aquí, pero al menos había que conducir. Ahora, con las seguras y modernas autopistas y autovías y los anacrónicos límites de velocidad ya no se conduce, y casi nadie sabe conducir a la vieja usanza, y se ha perdido para siempre el maravilloso encanto de aquellos intrépidos viajes en los que había que ir jugando con las marchas, calculando distancias, aceleraciones y potencia en los motores para no acabar empotrado bajo un camión que venía de frente. Era todo mucho más difícil y arriesgado, sí, pero también más emocionante y genuino, y uno liberaba altas dosis de adrenalina y se sentía invadido a veces por intensas y agradables sensaciones muy difíciles de describir pero que terminaban por volverle verdaderamente adicto a esta carretera, porque esta carretera enganchaba tanto como la más excitante de las drogas. Veinte o treinta años después, recorriendo de nuevo la ya extinta N-III con demorada lentitud y paciencia en busca de sus vestigios del pasado (como ese otro mojón mudo que aparece en la tercera imágen), en un largo viaje rememorativo por los vericuetos de la nostalgia, los placeres son de otra naturaleza, pero no menos encantadores y adictivos.




El primero de los dos tramos abandonados que tenía previsto visitar, y que visité. En comparación con otros tramos semejantes que hemos visitado en las provincias de Cuenca y de Madrid, este era de muy fácil acceso: un camino asfaltado llevaba hasta él desde la carretera.






Y por supuesto, siguiendo mi costumbre tradicional, lo grabé íntegro en los dos sentidos. Todavía no está excesivamente degradado y los avances de la vegetación son muy lentos. Inquietante y misterioso, en cambio, se antoja ese montón de arena apelmazada, seguramente un residuo de las obras de construcción del nuevo tramo paralelo. Resulta curioso comprobar como la N-III, a lo largo de decenas de años, ha ido variando su trazado y dejando huellas del trazado antiguo por doquier a través de todo su territorio. Una de nuestras tareas accesorias -y a menudo más complicadas- para el documental es precisamente esta, la de sacar a la luz esos restos de asfalto todavía visibles del pasado de la carretera.









El segundo tramo abandonado, a pocos kilómetros del anterior, y ya cerca de Caudete de las Fuentes. A diferencia del primero, su acceso se realiza desde la propia carretera en su extremo sur. Lo habitual en estos casos es que hubiera sido cegado, como en su extremo norte, por un guardarraíl. Sin embargo su salida es completamente diáfana y está regulada por la señalización de stop tanto vertical como horizontal.







Travesía de Caudete de las Fuentes, o Caudete, para abreviar, según el cartel indicativo a la entrada del pueblo. Siempre me ha parecido uno de los municipios del trazado de la N-III más pulcros y adecentados, y esta sensación se ha acrecentado ahora que el tránsito es inexistente y la carretera ha quedado convertida en una especie de tranquila avenida rural jalonada de rotondas. Sin embargo, un episodio del pasado empaña el recuerdo que tengo de él. Hacia 1994 ó 1995 pudimos sufrir un accidente de moto cuando un tractor estacionado en una acera a la salida del pueblo decidió incorporarse de improviso a la carretera obligándonos a frenar brusca y precipitadamente, hasta el punto de que estuvimos a punto de no conseguirlo y estrellarnos con una furgoneta que nos precedía y que, a su vez, también se vio obligada a frenar con brusquedad. Claro que, para ser estrictamente honesto, he de reconocer ahora que tampoco circulábamos a la velocidad legal, que en aquel entonces estaba estipulada en 60 km/h. para las travesías urbanas, y nosotros (dos motos y tres personas) probablemente lo hacíamos a 90 ó 100, sin que tal infracción sirva de eximente, por supuesto, para la imprudencia del tractorista. (Leer esta historia).  Pero esto ya son sólo recuerdos, anécdotas, batallas de la carretera afortunadamente ganadas en buena lid, y el viaje debe continuar. Próximos destinos: Utiel, San Antonio, Requena.