Cuarta y penúltima entrega de la serie basada en el viaje realizado por la antigua N-III el domingo 20 de mayo de 2012, como parte de los trabajos para el futuro documental que tratará sobre esta carretera.
Nos encontramos en la parte final del tramo continuo original de doble sentido más largo que se conserva abierto al tráfico de la clásica ruta de Madrid a Valencia, que discurre entre Honrubia y Requena, los escasos 120 kilómetros de carretera general radial que no han sido aprovechados para el trazado de la autovía A-3 o sepultados bajo los cuatro carriles de la misma. Existen otros tramos discontinuos más cortos en las provincias de Madrid y Cuenca, generalmente travesías, de los que ya nos hemos ocupado parcialmente en estos reportajes y con mayor detalle en otros reportajes del blog. También nos hemos adentrado para filmar y tomar fotografías en varios tramos verdaderamente abandonados y cerrados al tráfico, incluso completamente invisibles desde la carretera o desde la autovía, y en este terreno todavía seguimos investigando y queda trabajo complicado por hacer.
El punto kilométrico 260, en una de las largas rectas que llevan a Utiel desde Caudete de las Fuentes. Dos kilómetros más adelante, ya a las puertas del propio Utiel, junto a sus dos clásicas gasolineras de toda la vida (por lo menos la que se encuentra en sentido Valencia) nos encontramos con una agradable sorpresa que me había pasado desapercibida en otras ocasiones, aunque imagino la razón.
El abuelo y el nieto (o el bisabuelo y el bisnieto, o lo que se nos antoje, pues el mojón puede tener perfectamente más de 70 años y la placa metálica luce impecablemente nueva). Pasado y presente de los hitos kilométricos de las viejas radiales españolas. Probablemente ese mojón nunca estuvo ahí hasta tiempos recientes, sino que ha sido colocado ornamentalmente al remodelar la acera-isleta que separa la gasolinera de la calzada, y esto explica el hecho de que no recuerde haberlo visto antes, pese a haber parado a repostar combustible en este lugar decenas de veces durante los últimos veinticinco años. La gasolinera, por cierto, ya no abre los domingos y el resto de la semana parece funcionar con un horario restringido, pero por lo menos no ha sido abandonada como otras muchas, lo cual ya es un consuelo.
Cuando el viejo trazado de la N-III discurría por Olivares de Júcar, Buenache de Alarcón y Hontecillas, este punto kilométrico se correspondería con el 267 ó 268, según puede apreciarse en el mapa superior, fechado en 1947. De todos modos, con la constante supresión de curvas peligrosas, adecuación de travesías y variaciones de todo tipo en esta carretera a lo largo de los años, los diferentes puntos kilométricos han debido de variar constantemente, y cabe suponer que los mojones de piedra habrán sido reubicados convenientemente a tenor de estas circunstancias.
Puente sobre el río Magro, en la travesía de Utiel, antiguas señales indicativas de gasolineras y desvaídos rótulos en las tapias que anuncian bodegas y vinos que probablemente no existen desde hace años. Esta comarca ha sido desde siempre una importante zona vinícola y cuenta con su propia denominación de origen Utiel-Requena. El firme de la N-III acusa el desgaste y abandono propios de una carretera que conoció tiempos mejores y que va quedando condenada a una lenta pero persistente decadencia. Decenas o centenares de millones de vehículos a motor recorrieron este camino a lo largo de más de un siglo.
Lugares emblemáticos en la antigua travesía de Utiel. La gasolinera en sentido Madrid exhibe un interesante mapa de carreteras de la zona realizado con azulejos. Hemos parado a repostar en ella infinidad de veces y nunca se nos ha ocurrido fotografiarlo. Un error imperdonable que tenemos que subsanar en breve. Podía haberlo hecho ese domingo, desde luego, pero por la pereza y la complicación de andar dando la vuelta, tampoco lo hice. Queda pendiente. El Potajero Chico y el Hostal la Abuela son dos típicos restaurantes de carretera que todavía sobreviven, como sobrevive también, pero en completo estado de ruina y deshabitado, ese edificio de viviendas en cuyas terrazas y ventanas recuerdo haber visto ropa tendida hasta no hace mucho tiempo.
Marchamos ahora hacia San Antonio de Requena. Los tradicionales árboles junto a las cunetas le han dado siempre un encanto especial a esta carretera, pero también han comprometido demasiadas veces la seguridad vial de los conductores. Un despiste, una salida de la vía y una inevitable colisión seguramente de consecuencias lamentables. También recuerdo las lonas y las cajas de algunos camiones rozando las ramas más bajas. Ni siquiera existen guardarraíles, nunca han existido. Antigua N-III, pura y dura. Y con todo el genuino sabor de las cosas auténticas. Los constantes cambios de asfalto, la presencia de la autovía a la derecha y el moderno puente de la línea del AVE Madrid-Valencia son las más recientes concesiones a la modernidad que han transformado el entorno paisajístico de la zona.
San Antonio de Requena, igual que antes Caudete de las Fuentes, era uno de esos pueblos de esta ruta que me resultaban especialmente entrañables, hasta el punto de llegar a confundirlos. Su aspecto pulcro y limpio y sus copiosas arboledas en alguna zona de la travesía resultaban agradables y refrescantes en verano y te aliviaban de las tensiones de la conducción, siquiera durante los escasos minutos que tardabas en cruzarlos. Incluso llegamos a frecuentar en alguna ocasión un singular restaurante de comida casera llamado El Faisán Dorado, a pie de carretera, en donde se comían unas excelentes chuletas a la brasa, y que nos tememos ya no existe o por lo menos ha cambiado de ubicación. Ojalá sea esto último. Porque ahora, la decadencia, una vez más, se impone en este pueblo y en su vieja fábrica de alcohol en ruinas (un edificio seguramente representativo de la arquitectura industrial y fabril valenciana, que debería haber sido preservado como bien patrimonial), por más que algunos edificios nobiliarios hayan sido rehabilitados y adecentados, como también se aprecia en los fotogramas. Cuando la antigua N-III lo cruzaba, San Antonio tenía actividad, movimiento, vida, en suma. Ahora, como tantos otros, es sólo un lugar desdibujado entre las brumas del pasado.
Requena, 5. No eran estos los carteles originales indicativos de distancias de la antigua N-III hasta los años 80, por lo menos. Esos vestigios lamentablemente han ido desapareciendo ante la modernización de las señales de tráfico, ahora inspiradas en los modelos propios de las autopistas y autovías. Pero por los menos las frondosas arboledas a pie de carretera siguen existiendo.
También persisten aún, como iconos imprescindibles de esta carretera centenaria, las altas chimeneas de ladrillo y los edificios industriales y agrícolas en las proximidades de Requena, importante población histórica y emblemática en la ruta a Valencia. Durante muchos años, su travesía, larga, lenta y desesperante como consecuencia del intenso tránsito y la estrechez de la calzada, fue un verdadero suplicio para los conductores que circulaban por la N-III. Y eso teniendo en cuenta, como puede apreciarse en el mapa inferior, que por lo menos desde mediados de los años 50, se estableció una variante que evitaba el casco urbano.
El trazado original anterior, pavimentado de adoquines, todavía se conserva como una calle más del casco urbano de Requena. Lo visitaremos en cuanto nos sea posible. La variante prevista en 1951, que es de suponer sería ejecutada unos años después, es la que hemos conocido y sufrido hasta la construcción de la autovía.
Talleres, edificios y restaurantes de carretera en la antigua travesía de Requena que todavía subsisten aparentemente inalterados por el paso del tiempo. En general, cuanto mayor y más próspero es un municipio, en menor grado sufre la decadencia asociada a la pérdida de preeminencia de una antigua carretera radial desdoblada en autovía. Y no sólo porque el tránsito local puede seguir siendo importante a través de ella, sino porque tampoco su dependencia económica y comercial de la carretera nacional es tan acusada como sucede en las localidades más modestas.
Nada más abandonar Requena se acaban las alternativas del viaje. Sea dirección Madrid o dirección Valencia, estamos condenados a volver a la autovía A-3. Termina aquí el largo tramo continuo de casi 120 kilómetros de la antigua N-III. Pero aún quedan gratas sorpresas y el sabor de la vieja radial se mantiene casi intacto en lugares como el Portillo de Buñol o la travesía de Chiva, hito postrero de este camino histórico. Lo veremos próximamente en el siguiente reportaje, último de esta serie dedicada a un intenso domingo vivido en la carretera.
El punto kilométrico 260, en una de las largas rectas que llevan a Utiel desde Caudete de las Fuentes. Dos kilómetros más adelante, ya a las puertas del propio Utiel, junto a sus dos clásicas gasolineras de toda la vida (por lo menos la que se encuentra en sentido Valencia) nos encontramos con una agradable sorpresa que me había pasado desapercibida en otras ocasiones, aunque imagino la razón.
El abuelo y el nieto (o el bisabuelo y el bisnieto, o lo que se nos antoje, pues el mojón puede tener perfectamente más de 70 años y la placa metálica luce impecablemente nueva). Pasado y presente de los hitos kilométricos de las viejas radiales españolas. Probablemente ese mojón nunca estuvo ahí hasta tiempos recientes, sino que ha sido colocado ornamentalmente al remodelar la acera-isleta que separa la gasolinera de la calzada, y esto explica el hecho de que no recuerde haberlo visto antes, pese a haber parado a repostar combustible en este lugar decenas de veces durante los últimos veinticinco años. La gasolinera, por cierto, ya no abre los domingos y el resto de la semana parece funcionar con un horario restringido, pero por lo menos no ha sido abandonada como otras muchas, lo cual ya es un consuelo.
Cuando el viejo trazado de la N-III discurría por Olivares de Júcar, Buenache de Alarcón y Hontecillas, este punto kilométrico se correspondería con el 267 ó 268, según puede apreciarse en el mapa superior, fechado en 1947. De todos modos, con la constante supresión de curvas peligrosas, adecuación de travesías y variaciones de todo tipo en esta carretera a lo largo de los años, los diferentes puntos kilométricos han debido de variar constantemente, y cabe suponer que los mojones de piedra habrán sido reubicados convenientemente a tenor de estas circunstancias.
Puente sobre el río Magro, en la travesía de Utiel, antiguas señales indicativas de gasolineras y desvaídos rótulos en las tapias que anuncian bodegas y vinos que probablemente no existen desde hace años. Esta comarca ha sido desde siempre una importante zona vinícola y cuenta con su propia denominación de origen Utiel-Requena. El firme de la N-III acusa el desgaste y abandono propios de una carretera que conoció tiempos mejores y que va quedando condenada a una lenta pero persistente decadencia. Decenas o centenares de millones de vehículos a motor recorrieron este camino a lo largo de más de un siglo.
Lugares emblemáticos en la antigua travesía de Utiel. La gasolinera en sentido Madrid exhibe un interesante mapa de carreteras de la zona realizado con azulejos. Hemos parado a repostar en ella infinidad de veces y nunca se nos ha ocurrido fotografiarlo. Un error imperdonable que tenemos que subsanar en breve. Podía haberlo hecho ese domingo, desde luego, pero por la pereza y la complicación de andar dando la vuelta, tampoco lo hice. Queda pendiente. El Potajero Chico y el Hostal la Abuela son dos típicos restaurantes de carretera que todavía sobreviven, como sobrevive también, pero en completo estado de ruina y deshabitado, ese edificio de viviendas en cuyas terrazas y ventanas recuerdo haber visto ropa tendida hasta no hace mucho tiempo.
Marchamos ahora hacia San Antonio de Requena. Los tradicionales árboles junto a las cunetas le han dado siempre un encanto especial a esta carretera, pero también han comprometido demasiadas veces la seguridad vial de los conductores. Un despiste, una salida de la vía y una inevitable colisión seguramente de consecuencias lamentables. También recuerdo las lonas y las cajas de algunos camiones rozando las ramas más bajas. Ni siquiera existen guardarraíles, nunca han existido. Antigua N-III, pura y dura. Y con todo el genuino sabor de las cosas auténticas. Los constantes cambios de asfalto, la presencia de la autovía a la derecha y el moderno puente de la línea del AVE Madrid-Valencia son las más recientes concesiones a la modernidad que han transformado el entorno paisajístico de la zona.
San Antonio de Requena, igual que antes Caudete de las Fuentes, era uno de esos pueblos de esta ruta que me resultaban especialmente entrañables, hasta el punto de llegar a confundirlos. Su aspecto pulcro y limpio y sus copiosas arboledas en alguna zona de la travesía resultaban agradables y refrescantes en verano y te aliviaban de las tensiones de la conducción, siquiera durante los escasos minutos que tardabas en cruzarlos. Incluso llegamos a frecuentar en alguna ocasión un singular restaurante de comida casera llamado El Faisán Dorado, a pie de carretera, en donde se comían unas excelentes chuletas a la brasa, y que nos tememos ya no existe o por lo menos ha cambiado de ubicación. Ojalá sea esto último. Porque ahora, la decadencia, una vez más, se impone en este pueblo y en su vieja fábrica de alcohol en ruinas (un edificio seguramente representativo de la arquitectura industrial y fabril valenciana, que debería haber sido preservado como bien patrimonial), por más que algunos edificios nobiliarios hayan sido rehabilitados y adecentados, como también se aprecia en los fotogramas. Cuando la antigua N-III lo cruzaba, San Antonio tenía actividad, movimiento, vida, en suma. Ahora, como tantos otros, es sólo un lugar desdibujado entre las brumas del pasado.
Requena, 5. No eran estos los carteles originales indicativos de distancias de la antigua N-III hasta los años 80, por lo menos. Esos vestigios lamentablemente han ido desapareciendo ante la modernización de las señales de tráfico, ahora inspiradas en los modelos propios de las autopistas y autovías. Pero por los menos las frondosas arboledas a pie de carretera siguen existiendo.
También persisten aún, como iconos imprescindibles de esta carretera centenaria, las altas chimeneas de ladrillo y los edificios industriales y agrícolas en las proximidades de Requena, importante población histórica y emblemática en la ruta a Valencia. Durante muchos años, su travesía, larga, lenta y desesperante como consecuencia del intenso tránsito y la estrechez de la calzada, fue un verdadero suplicio para los conductores que circulaban por la N-III. Y eso teniendo en cuenta, como puede apreciarse en el mapa inferior, que por lo menos desde mediados de los años 50, se estableció una variante que evitaba el casco urbano.
El trazado original anterior, pavimentado de adoquines, todavía se conserva como una calle más del casco urbano de Requena. Lo visitaremos en cuanto nos sea posible. La variante prevista en 1951, que es de suponer sería ejecutada unos años después, es la que hemos conocido y sufrido hasta la construcción de la autovía.
Talleres, edificios y restaurantes de carretera en la antigua travesía de Requena que todavía subsisten aparentemente inalterados por el paso del tiempo. En general, cuanto mayor y más próspero es un municipio, en menor grado sufre la decadencia asociada a la pérdida de preeminencia de una antigua carretera radial desdoblada en autovía. Y no sólo porque el tránsito local puede seguir siendo importante a través de ella, sino porque tampoco su dependencia económica y comercial de la carretera nacional es tan acusada como sucede en las localidades más modestas.
Nada más abandonar Requena se acaban las alternativas del viaje. Sea dirección Madrid o dirección Valencia, estamos condenados a volver a la autovía A-3. Termina aquí el largo tramo continuo de casi 120 kilómetros de la antigua N-III. Pero aún quedan gratas sorpresas y el sabor de la vieja radial se mantiene casi intacto en lugares como el Portillo de Buñol o la travesía de Chiva, hito postrero de este camino histórico. Lo veremos próximamente en el siguiente reportaje, último de esta serie dedicada a un intenso domingo vivido en la carretera.