El proceso original que desencadenó la idea de realizar un documental basado en la antigua carretera general de Madrid a Valencia (curiosamente denominada de Madrid a Castellón hasta los primeros años cuarenta), y posteriormente ya conocida como nacional III (N-III), tiene sin duda mucho que ver con profundas razones biográficas de sus principales artífices. Siendo Valencia el puerto de mar más cercano a Madrid, la carretera que unía ambas ciudades cobró una importancia inusitada a finales de los años 50 y principios de los años 60 del pasado siglo XX, cuando en España empezaron a popularizarse los automóviles utilitarios y el turismo masivo de las clases medias hacia las costas levantinas. Desde luego la N-III no fue la única ni la más importante de las rutas que desde el centro de la Península llevaban al mar, pero sí tal vez la más transitada durante muchos años dada su condición de vía de enlace entre la primera y la tercera ciudad más poblada del país.
Naturalmente
España, que acababa de salir de una larga posguerra y de un prolongado
período de aislamiento no contaba aún con las infraestructuras adecuadas
para satisfacer las grandes necesidades de desarrollo que demandaban
unas clases medias emergentes ávidas de sol y de playa. Ya las viejas
carreteras nacionales de la red radial se habían visto invadidas en muy
pocos años por un verdadero aluvión de Seat 600, Citroën 2 CV y Renault
Dauphine, entre otros modelos, atestados de familias veraneantes que
buscaban las delicias del Mediterráneo embarcados en terribles y
peligrosos viajes que bien podían prolongarse de sol a sol a través de
aquellas rutas destartaladas que apenas si habían sido mejoradas desde
los tiempos de la II República. El obligado tributo en accidentes y
vidas humanas fue verdaderamente dramático.
Para los madrileños ya cincuentones, año arriba, año
abajo, aquellos atormentados viajes desde la capital a la costa
mediterránea en los años 60, acurrucados durante horas en los asientos
traseros de los modestos utilitarios patrios de nuestros padres, unos
automóviles con velocidades punta escasamente cercanas a los 100 kms/h.,
a través de las infames carreteras nacionales de entonces, por fuerza
hubieron de forjar nuestra infancia y de moldear nuestra biografía. En
mi caso concreto la antigua nacional III representa mejor que ninguna
otra carretera española el paradigma de la nostalgia y el máximo
exponente de la sublimación de los recuerdos, de las experiencias y de
las vivencias infantiles y juveniles. Pero no sólo eso. Como si la vieja
carretera de Madrid a Valencia tuviese un poderoso imán capaz de
atraerme una y otra vez, he seguido y sigo viajando por ella en tiempos
presentes.
Es mi carretera.
Muchas veces he reflexionado acerca de la carretera más célebre del
mundo, la famosa Route 66 norteamericana, interminable generadora de
mitos y leyendas ya casi universales, inspiradora de obras musicales,
cinematográficas y literarias, pieza maestra del imaginario cultural
colectivo americano y de su sueño dorado de prosperidad tan
habitualmente inalcanzable. Pero no ha sido hasta que no he vuelto con
una mirada crítica a nuestra entrañable y vetusta N-III cuando he podido
comprender porqué algunas carreteras del mundo son capaces de alcanzar
tanta relevancia histórica. Ni España ni sus carreteras, presentes o
pasadas, se asemejan a las de los Estados Unidos, por supuesto. Ni
siquiera los españoles somos demasiado proclives a levantar mitos en
torno a nuestras propias carreteras. Simplemente nos traen y nos llevan
sin que apenas pensemos mucho en ellas ni susciten demasiado interés más
allá de meras cuestiones prácticas o geográficas. Por eso tal vez salvo
la conocida carretera de la Ruta de la Plata (Gijón-Sevilla), antaño
N-630 y convertida en moderna autovía, ninguna otra haya tenido gran
relevancia histórica, y esto sin considerar que la tuvo en siglos
pasados.
El hecho de que nuestro país haya avanzado tanto en las
últimas décadas tiene como consecuencia inmediata que las carreteras ya
no sean las que fueron antaño. La obsoleta red viaria radial española y
sus tradicionales seis carreteras nacionales con origen en Madrid no han
desaparecido por completo, pero la mayor parte de su trazado va
quedando relegado a la supremacía de las autopistas y autovías más
eficientes y seguras. Y sin embargo los viejos tramos del pasado siguen
estando ahí y la tentación recurrente de volver a transitar por ellos es
demasiado sugerente como para poder ser desdeñada. Algún día no muy
lejano desaparecerán por completo, y de hecho una parte notable de ellos
ha desaparecido ya, una veces bajo la capa de asfalto de las nuevas
vías, otras veces absorbida por la degradación del tiempo y por los
procesos destructivos de la naturaleza.
En estos
tiempos en los que tanto se habla de la recuperación de la memoria
histórica de nuestro país, aunque sea en términos políticos que no
vienen aquí al caso, la cuestión que nosotros nos hemos planteado es si
no merecerá igualmente la pena preservar la memoria de unas carreteras
españolas que fueron y ya no son, en una suerte de arriesgado ejercicio
de arqueología divulgativa sin antecedentes conocidos, Y por las razones
biográficas anteriormente expuestas fue la vieja N-III la carretera en
la que fijamos nuestra atención. Esta carretera merecía un detallado
video documental en el que se mostrase toda su historia, desde los
orígenes allá por el siglo XIX, y aún antes, hasta nuestros días. Al
principio temíamos no ser demasiado originales con este proyecto, en la
sospecha de que ya se le habría ocurrido antes a alguien una idea
parecida, si no idéntica. Ahora, después de bucear durante meses en las
aguas procelosas de internet, nos sabemos absolutamente inéditos y
pioneros en esta tarea.
hablais poco de la travesia q cruzaba el municipio de minglanilla q era la nacional 3 antigua desde la misma gasolinera hasta el hostal restaurante la casona hoy aparcamiento de emergencia para servicio de la A3 (4 o 5 km de recuerdos sobre todo de la gente mas adulta
ResponderEliminarEs fantástico todo lo que subes! Yo soy de Cantabria y me encanta recorrer tramos en desuso, sobre todo las nacionales que tenemos aquí, que ya después de muchos años tienen sus desdobles y no se parecen en nada a lo que recorrían nuestros padres y abuelos.
ResponderEliminarPasan de largo en la historia y quedan abandonadas entre la vegetación sin que nadie se acuerde siquiera que ahí hubo una de las carreteras mas transitadas.
Me encanta saber que hay gente que comparte mis gustos, un saludo. ;)