lunes, 31 de agosto de 2015

LA ODISEA DEL VIAJE MADRID-VALENCIA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA




La carretera de Madrid a Valencia, en aquel tiempo denominada como carretera radial de primer orden de Madrid a Castellón por Valencia, tuvo una importancia vital en la guerra civil española (1936-1939) para las comunicaciones terrestres más estratégicas del Gobierno republicano durante casi toda la contienda. No sólo unía la primera con la tercera ciudad más importante del país, sino que dadas las circunstancias territoriales derivadas del curso de la guerra, se había convertido en la salida más accesible al mar y en la principal vía de abastecimientos, tanto militares como de víveres de consumo, de la capital de España. Capitalidad que sería trasladada precisamente a Valencia, como es bien sabido, en Noviembre de 1936, cuando el asedio sobre Madrid de las tropas fascistas sublevadas alcanzó su punto más dramático y el Gobierno  decidió trasladarse, por seguridad, a esta ciudad levantina, estableciendo en ella la capital de la nación hasta el año 1937, pasando a ser después Barcelona la capital de la República.

No existen, o al menos nosotros no las hemos encontrado, informaciones muy precisas y detalladas acerca de cómo se produjo el traslado de los miembros del Gobierno a Valencia (los vehículos que utilizaron, las paradas que hicieron en el camino, las horas que tardaron en llegar a destino...), aunque parece ser que partieron de noche o de madrugada en diferentes días y en varios coches oficiales con escolta militar, y que no se marcharon solos en principio, puesto que no pocos civiles y milicianos que disponían de medios de locomoción adecuados (automóviles y motocicletas particulares, taxis, camiones, autobuses e incluso carros de tracción animal) huyeron en desbandada tras el Gobierno ante el temor de una caída inminente de Madrid, colapsando la carretera de Valencia. Sin embargo, a la altura de Arganda, las tropas del Ejército gubernamental consiguieron disuadir de su huida a la mayoría de los fugitivos, obligándoles a regresar a la capital con el argumento de que debían quedarse en ella para ayudar en su defensa frente al enemigo.




Conscientes de su importancia estratégica, los sublevados trataron en varias ocasiones de hacerse con el dominio de la carretera de Madrid a Valencia en las proximidades de Madrid para romper el frente, pero nunca lo consiguieron y esta ruta permaneció expedita para la República a lo largo de toda la guerra. No ocurrió lo mismo en las otras cinco carreteras radiales de primer orden, que permitieron un rápido avance de los rebeldes hacia la capital. Así sucedió en las de Madrid a Irún y de Madrid a La Coruña, y como consecuencia de ello las tropas fascistas se plantaron en Somosierra y en el Alto de los Leones y posteriormente en la Ciudad Universitaria madrileña, en donde se estabilizaron los frentes en los primeros meses de la contienda. Otro tanto sucedería en las carreteras de Madrid a Badajoz y de Madrid a Andalucía, por donde los rebeldes camparon a sus anchas, pudiendo llegar también en pocas jornadas hasta las puertas de la capital. Y por último, en la carretera de Madrid a Francia por La Junquera, y a pocos kilómetros de Madrid, tuvo lugar la célebre batalla de Guadalajara, en donde las tropas italianas aliadas de Franco sufrieron una severa derrota por parte del Ejército gubernamental, que logró frustrar su avance hacia Madrid, aunque nunca dispuso del control estratégico de esta carretera en todo su largo recorrido hasta Barcelona y la frontera francesa.

Pero volvamos a la carretera de Madrid a Valencia, que es la que nos interesa en este reportaje. Su trascendental protagonismo durante la guerra civil española no se limita sólo al desplazamiento del Gobierno republicano y al consiguiente traslado de la capitalidad de la nación de una ciudad a otra, sino también, y sobre todo, a la evacuación del patrimonio artístico amenazado en Madrid por los bombardeos de la aviación insurgente. Una operación logística de gran envergadura y características singulares que se realizó en el invierno de 1936. No nos extenderemos por aquí en una descripción pormenorizada de esta evacuación, que bien podría catalogarse de verdadera odisea, dadas las complicadas vicisitudes a las que tuvo que enfrentarse, sobre todo considerando que el país estaba en guerra y que cualquier viaje largo por carretera representaba un peligro real. Un extraordinario documental titulado Las cajas españolas, disponible en Youtube y que insertamos al final de este post, recrea de manera ficticia, pero con extraordinaria fidelidad a los hechos, aquella increíble epopeya. 




Insertamos también, a modo de resumen, una breve recopilación de escenas de ese documental referidas concreta y directamente a la evacuación del tesoro artístico a través de la carretera de Madrid a Valencia. Entre otras cosas de sumo interés, descubriremos que cada envío tardaba 24 horas en cubrir la distancia que separa las dos ciudades, pues por cuestiones técnicas y de seguridad se había fijado una velocidad máxima de 15 km/h. para los convoyes de camiones que transportaban las obras de arte. También se hablará del deplorable estado de las carreteras españolas de la época, agravado además por el tránsito de pesados vehículos militares durante la guerra, la escasez de combustible y de repuestos en caso de avería, los controles de milicianos armados a la entrada o a la salida de los pueblos, los bombardeos de la aviación enemiga sobre las propias carreteras, cuyo trazado utilizaban como referencia para orientarse en el vuelo, y un largo etcétera de curiosidades en su mayor parte desconocidas para la mayoría de los espectadores.

Con la salvedad de las escenas rodadas en el Puente de Arganda, cuyo gálibo impide pasar a los camiones cargados con los enormes cuadros del Museo del Prado, no parece probable que el resto de los escenarios recreados en el documental se correspondan realmente con ningún tramo de la carretera de Madrid a Valencia pasado o presente, pero ello no le resta ni un ápice de interés a este magnífico documental. 








viernes, 17 de julio de 2015

LA N-III EN LA SERIE "LOS CAMIONEROS" (1973)



Un reportaje de Route1963


La célebre serie de televisión Los camioneros, dirigida en el año 1973 por Mario Camus y protagonizada por el actor Sancho Gracia, de la que se produjeron y emitieron un total de trece episodios con una duración media de treinta minutos cada uno, fue probablemente, con la salvedad de algún largometraje, el único producto audiovisual español de ficción dedicado al tema de la carretera en la época. En el año 2006 la serie, rodada originalmente en color, fue digitalizada, remasterizada y recopilada para su comercialización en cinco discos en formato DVD contenidos en un lote o pack indivisible. De uno de esos discos DVD, el que contiene el episodio número 5, es de donde he capturado los fotogramas que ilustran esta entrada del blog.

En mi modesta opinión, creo que la serie no fue una producción televisiva de excesiva calidad. Por una parte, los guiones de los diferentes capítulos son flojos, mal hilvanados y acusan notoria dejadez en su ejecución. Esto da lugar a unas historias un tanto simples y carentes de la necesaria tensión dramática, cuando no pretenciosas e inverosímiles unas veces o excesivamente tópicas y acomodaticias en otras. Por otra parte, a pesar del protagonismo y buen hacer de Sancho Gracia en todos ellos, los diferentes capítulos se antojan inconexos entre sí y huérfanos de un hilo conductor adecuado que pudiera procurarles una unidad narrativa común. Por último, los descuidados diálogos, la endeblez de los papeles y la interpretación de los actores, con alguna meritoria excepción, tampoco ayudan en exceso a mejorar la calidad del producto. En la propia sinopsis de la serie ya se hace evidente la modestia de sus intenciones:

Paco es un camionero de treinta años, mimado por su madre y por su novia, y con fama de "golfo", según él, infundada. Los camiones son su pasión, el azar de las rutas su aliciente. Le suceden historias pequeñas y grandes, sembradas de costumbrismo contemporáneo; un poco de emoción, un poco de riesgo, comidas aquí y allá, largas horas de trabajo con nieve o con calor extremo al volante y, de vez en cuando, un gesto de solidaridad humana. Es la crónica de las aventuras de Paco, camionero por vocación. La serie fue rodada en escenarios naturales variados, que muestran la diversidad de la geografía española y refuerzan, cara al espectador, la imagen del camionero como una especie de moderno nómada. 



En cambio la fotografía, a cargo de Hans Burman, y la banda sonora original, escrita y dirigida por Antón García Abril, dignifican la serie muy por encima de la mediocridad del guión. Pero en todo caso estas historias de camioneros se dejan ver muy gustosamente cuarenta años después, y puede decirse que la obra tiene ahora ese valor añejo y testimonial de otro tiempo -los primeros años 70 en España- del que carecía cuando fue rodada.  Y es que, para los buenos aficionados al tema de la automoción clásica y de las antiguas carreteras españolas, los generosos exteriores y los vehículos mostrados profusamente en la serie a lo largo de diferentes y muy variados escenarios de todo el país, adquieren hoy en día un valor documental impagable.

Uno de estos escenarios, aunque no lo suficientemente aprovechado a mi entender, es la carretera de Madrid a Valencia, o N-III, que aparece en el episodio 5 titulado, con la habitual racanería imaginativa de sus guionistas, como Tabaco y naranjas a mitad de precio. La historia narrada en este episodio es también, probablemente, una de las peores, más descuidadas e inverosímiles de toda la serie. A cambio nos obsequia, sin embargo, con unos magníficos exteriores de Madrid y su tráfico rodado y una interesante y extensa excursión por la N-IV entre la capital y las proximidades de Aranjuez, todo ello en el disparatado final del episodio y en detrimento de mejores exteriores previos en la N-III. Pero el guión, aunque sea muy flojo, es el que manda, y a él se deben las imágenes y el desarrollo de la acción. Esta es la sinopsis de la historia que aparece en el reverso de la caja del DVD:

Paco viaja en compañía de Brito, "El Gafe" hacia Valencia. En un bar de carretera recogen a Haydee, una muchacha argentina que les explica que ha sido víctima de un robo y que lleva consigo un saco lleno de cartones de tabaco. Cuando los camioneros la conducen a un cuartelillo para que denuncie el robo, Haydee desaparece. De regreso a Madrid, la muchacha que se había ocultado en el remolque, roba el camión y huye. Paco emprende la persecución en moto y logra recuperar el camión.


 
El Pegaso de la compañía de transportes Empresa Montaña cruza la coronación de la presa del embalse de Alarcón, conducido por Sancho Gracia en compañía del segundo conductor, el actor Antonio Iranzo, de camino a Valencia. Al salir de Madrid han comentado que si no hay novedad tardarán cinco horas en llegar a la capital levantina. Estamos en el año 1973 (tal vez la serie fue rodada al menos un año antes), y el camión lleva en el semirremolque un disco que indica su limitación legal de velocidad a 60 km/h., con lo cual cinco horas se nos antojan muy escasas e improbables para cubrir la distancia que separa ambas ciudades. Pero la historia en realidad va a transitar por otros derroteros no mucho más verosímiles.


Nuestros camioneros se han quedado sin tabaco y deciden detenerse en el primer pueblo para aprovisionarse de cigarrillos. En el cartel de dirección coincidente de la N-III que aparece en el fotograma puede leerse: Tarancón 115, Madrid 197. Nos encontramos, pues, en Motilla del Palancar o en sus proximidades, pero las fugaces escenas exteriores no muestran elementos demasiado significativos de esta localidad, o no al menos que puedan serlo después de cuarenta años para quienes no hemos residido nunca en ella. Pero también es posible que los exteriores hubieran sido rodados en otro lugar y luego montados en la película. Lo cierto es que aparcan el camión y entran en un bar del pueblo en donde no venden cigarrillos. Absolutamente inverosímil en un establecimiento de carretera de la España de los 70, en donde lo habitual es que se vendieran más paquetes de tabaco que bocadillos. Y a partir de aquí, con la aparición de la atractiva y absurda señorita argentina que va cargada de cartones de tabaco y que dice haber sufrido un robo y el abandono de su novio, la historia deriva ya sin solución hacia el disparate absoluto. 

 
 


Pero por lo menos estos rocambolescos derroteros de la historia sirven de pretexto para mostrarnos algunas hermosas imágenes monumentales y paisajísticas de los alrededores del pueblo de Alarcón, lo cual es muy de agradecer. Y aunque no vemos en ningún momento al Pegaso cruzar bajo esos arcos medievales, queremos creer que su gálibo se lo permitía, porque de otro modo habría sido necesario recurrir a complicados trucos o montajes cinematográficos, y no parece que la serie anduviese muy sobrada de presupuesto ni de ambición para tales cuestiones. 


Minutos después, este fotograma de la España profunda, con su buzón de Correos gris ceñido por los colores de la enseña rojigualda frente al destartalado cuartelillo de la Guardia Civil, nos reconcilia con una trama que se vuelve antipática e indigesta por momentos. Y eso que estamos omitiendo la mayor parte de los detalles de tan insustancial guión para quedarnos sólo con los aspectos que nos interesan. 

 


  
Temporalmente liberados de la presencia de la irritante señorita argentina (o eso creen ellos y deseamos en vano los espectadores), nuestros esforzados profesionales de la ruta vuelven a la N-III sentido Valencia. Estas largas rectas y el paisaje circundante nos permiten ubicar las escenas en los tramos de carretera comprendidos entre Motilla del Palancar y Minglanilla. Es interesante observar la pintura amarilla de la señalización horizontal de la calzada, pero sólo en las líneas centrales que delimitan ambos carriles, porque las que delimitan los arcenes están pintadas de blanco. Muy poco tiempo después, hacia 1974 ó 1975, el Código de la Circulación español establecería la pintura blanca para toda la señalización horizontal viaria, quedando limitada la pintura amarilla a las zonas de obras, tal y como sigue vigente en la actualidad. 



Poco después, ya llegando a Valencia según comentan los protagonistas, recorremos este tramo de carretera que casi con toda seguridad estoy convencido de que no se corresponde con la N-III. Pero podría estar equivocado. ¿Alguno de los lectores reconoce este lugar?  En cualquier caso no identifico el entorno y prefiero recrearme en la contemplación de esos postes telefónicos (¿o telegráficos?) de cinco mástiles, o como se denominasen técnicamente, que ya es imposible o al menos improbable encontrar en las carreteras españolas.



Una vez cargado el camión con varias toneladas de naranjas en algún almacén indeterminado de Valencia o su provincia, los camioneros regresan a Madrid por la noche. A poco de comenzar el viaje de vuelta se detienen a cenar en un restaurante de carretera. Sancho Gracia ojea el diario Levante mientras Antonio Iranzo, al que le corresponde conducir de regreso, se dispone a comer un plato de paella. No falta la botella de vino tinto, por supuesto, porque eran otros tiempos y el alcohol al volante no estaba tan proscrito y castigado como ahora por la Ley. En otras escenas anteriores les hemos visto beber cerveza y todavía les veremos en las escenas finales tomarse una copa de coñac. Sancho Gracia por fin cierra el periódico y cena también su correspondiente plato de paella acompañado de algún vaso de vino.

 
Una pareja nocturna de la Guardia Civil de Tráfico, a bordo de sus tradicionales motos Sanglas, hace acto de presencia en el lugar, sin que su aparición tenga otro propósito más allá de la mera ambientación escénica. Un detalle acertado que se agradece.





Con las primeras luces del día los camioneros llegan a Madrid. Esto demuestra que en ningún caso era posible que realizasen el viaje en cinco horas, ni siquiera yendo de vacío. Antonio Iranzo, al volante, despierta a su compañero Sancho Gracia, que duerme en la litera trasera. Interesantes escenas de la N-III, desde diez años antes convertida en autovía en esta zona a la altura de Moratalaz y Vallecas, con el parque móvil de la época circulando por la carretera a través de los carriles pintados de amarillo. 

Hasta aquí todo cuanto concierne a la carretera Madrid-Valencia en este episodio, pero ya que estamos metidos en materia lo analizaremos hasta el final, puesto que en su desenlace, no menos disparatado que su desarrollo, encontramos las escenas y fotogramas más interesantes de la historia.






El mercado de Legazpi, en Madrid, centro neurálgico del abastecimiento de víveres de la capital en la época y lugar de destino de la mayoría de los camiones que entraban en la ciudad cargados de alimentos. Hasta allí llegan nuestros protagonistas con su mercancía de cítricos valencianos, y podemos observar a placer el parque móvil pesado español de antaño: Avias, Barreiros, Ebros, Pegasos, DKW... Un panorama maravilloso para los más nostálgicos.





Pero también somos dichosamente obsequiados con varias tomas aéreas del tráfico rodado de la ciudad, sus edificios y sus anuncios, lo que nos permite comprobar cuánto ha cambiado Madrid en estos últimos cuarenta años. 





Mientras esperaban para descargar la mercancía, los protagonistas sufren el robo del camión, a manos de, ¡cómo no!, la irritante y estúpida antagonista llamada Haydee, que había viajado oculta en el semirremolque desde el día de la víspera, cuando la encontraron en un bar de carretera de la provincia de Cuenca. Poco verosímil que en aquella época una mujer supiera conducir un camión, y mucho menos que se atreviera a sustraerlo, pero vamos a pasar por alto el detalle para deleitarnos con estos fotogramas urbanos en los que Sancho Gracia trata de hacerse desesperadamente con un vehículo para salir en persecución de su camión robado. Seat 600, 850, 1500... Un Pegaso, algún Morris y esa furgoneta Sava de Madalenas Ortiz con matrícula de Alicante. Entrañable parque móvil que circulaba por las calles de las ciudades españolas en los primeros años setenta.







Finalmente Sancho Gracia (Paco, en la serie) se apropia de una vieja Vespa en marcha sin que apenas oponga resistencia su conductor, y sale en persecución del camión robado, que ya le lleva cierta ventaja. En estos fotogramas podemos ver un microtaxi Renault 8 (bandas amarillas) circulando por delante de un taxi Seat 1500, un autobús Leyland de la EMT precedido por otro autobús Pegaso o Barreiros de color verde perteneciente a alguna línea periférica de la capital (de la compañía Trapsa, muy probablemente), y algunos elementos urbanos, como el cartel de dirección coincidente de la N-IV en el inicio de la misma, en el que se lee Aranjuez 44, Ocaña 58.








La persecución en Vespa (y por supuesto sin casco para el piloto, ya que entonces no era obligatorio), resulta muy de película de acción trepidante (aunque la moto parece correr bastante más de lo que podría hacerlo en la realidad), y nos permite deleitarnos con un sinfín de imágenes de la N-IV a la salida de Madrid y en algunos otros tramos emblemáticos, como la conocida Cuesta de la Reina, en las proximidades de Aranjuez. Como ya vimos y comentamos anteriormente en la N-III, la señalización horizontal está pintada de amarillo en las líneas delimitadoras de los carriles y de blanco en las correspondientes a los arcenes. Por lo demás, mientras la Vespa alcanza al Pegaso robado, lo que no sucederá hasta las cercanías de Aranjuez, podemos entretenernos con el tráfico rodado que circula por la carretera, formado por muchos de los modelos de camiones y automóviles más emblemáticos de los años sesenta y setenta en España. También asoma entra la vegetación en la cuneta derecha, en uno de los fotogramas, el hito kilométrico rojo correspondiente de la época del Plan Peña, elementos indicadores que ya empezaban a ser reemplazados por la señalización metálica, pero que hasta su definitiva implantación seguían estando vigentes y sometidos a conservación y mantenimiento.




La peculiar orografía de la N-IV en la vega del Tajo madrileña, con sus característicos toboganes y cambios de rasante, curvas peraltadas, rampas y pendientes zigzagueantes. Pero también los carteles publicitarios (neumáticos General, Cointreau, Mirinda, vino Montecillo...) que entonces no sólo no estaban prohibidos como ahora en las carreteras sino que le añadían un toque colorista al paisaje y no creo que por ello se distrajeran los conductores, razón por la que fueron suprimidos.



Y por último, otro hito kilométrico del Plan Peña, éste bien visible y correspondiente al km.38 de la N-IV en pleno descenso sentido Andalucía de la temible y mítica Cuesta de la Reina anteriormente comentada, en donde tantos vehículos pesados de antaño tenían dificultades para salvar el pronunciado y largo ascenso en sentido Madrid.



Y con este fotograma concluimos el reportaje. Sancho Gracia recupera su camión, por supuesto, pero esto es lo de menos. A decir verdad, casi todo lo que no sean escenas de carretera y vehículos en la serie Los camioneros, me parece superfluo. Pero sólo por ello merece la pena ver y recrearse en todos sus episodios una y cien veces: constituyen un excepcional y exhaustivo documento de la historia de la automoción española clásica de hace medio siglo.






 


viernes, 1 de mayo de 2015

EL HITO DEL KM.297 EN EL ANTIGUO PUERTO DE BUÑOL





Un interesante tramo de la N-III en desuso que redescubrí en solitario el pasado 27 de Abril de 2015 y por el que ya había transitado en compañía, aunque sin detenernos ni prestarle la debida atención, en Septiembre de 2013 como parte improvisada y accidental del recorrido de la I RUTA N-III HISTÓRICA realizada en moto.  Se trata del comienzo del célebre puerto de Buñol en sentido Valencia, a la altura de Siete Aguas, y que presenta unas singulares características que evidencian múltiples transformaciones en el trazado de la primitiva N-III en este punto a lo largo de los últimos años hasta culminar con la construcción de la autovía, lo que supuso su abandono definitivo pero no la interrupción completa de su recorrido parcial, que adopta ahora una extraña, inquietante y caprichosa continuidad no siempre transitable para todo tipo de vehículos.




Sirvan estas observaciones sólo como un adelanto de nuestros trabajos venideros, porque  en esta nueva entrega del blog no nos vamos a ocupar del tramo en sí, sino sólo del hito del km. 297 que todavía se conserva en muy buen estado al comienzo del mismo. En posteriores entregas nos dedicaremos con todo detalle a recorrer dicho tramo, que ilustraremos convenientemente con los videos que hemos grabado al efecto y con algunas oportunas capturas de Google Maps.





Este hito del km. 297 de la N-III recién descubierto (a la espera de encontrar algunos más, si existieran) viene a incrementar nuestra recopilación de hitos del Plan Peña supervivientes en el antiguo puerto de Buñol, de los que tenemos al menos documentados en nuestra 8ª y última edición el 300, 303 y 310, a falta de una próxima actualización de los datos disponibles. Y como puede observarse en las imágenes adjuntas, el 297 pervive todavía solitario, majestuoso e imponente en tierra de nadie, a mitad de camino entre la autovía y la primitiva N-III en este tramo accesible pero carente de tránsito, lo que nos permite augurarle todavía larga vida quizá exenta de vandalismos y destrucciones indeseables. La pintura y el trazo de los caracteres se ha ido degradando a semejanza de los demás vecinos que aún sobreviven, y sólo conserva legible el punto kilométrico en una de sus caras con la tipografía típica de la zona, que además parece haber sido rectificado en alguna ocasión como consecuencia de las innumerables variaciones históricas del trazado de la carretera. Pero en cualquier caso se trata de un hallazgo inesperado y grato del que, personalmente, me siento muy satisfecho, ya que supone un nuevo acicate para continuar con mi búsqueda de vestigios pasados de la N-III, la mayoría de las veces, como en esta, en solitario y en difíciles circunstancias, lo que otorga a mis exploraciones el valor añadido de la voluntad, la perseverancia y el esfuerzo recompensados por el éxito.






sábado, 28 de febrero de 2015

ESTRENO DEL CORTOMETRAJE "NORMA"



Los antecedentes de esta historia en el blog:



Escrito por Route 1963

El pasado 18 de febrero tuvo lugar en la Academia de las Artes y las Ciencias cinematográficas de Madrid el estreno del cortometraje Norma, dirigido por el joven cineasta malagueño David Rodríguez Aguilera. Culminaba así brillantemente este ambicioso proyecto cinematográfico que había echado a andar casi dos años antes, y del que tuve noticia el 31 de marzo de 2014, cuando recibí un correo electrónico del propio David Rodríguez en el que solicitaba mi ayuda para la localización de uno de los exteriores más complejos del corto en el entorno de la N-III. Ignoro cuáles fueron sus criterios de búsqueda, pero lo cierto es que navegando por internet llegó a este modesto blog y me hizo la insólita propuesta de hallar un hostal o fonda de carretera característico de los años 70 en donde ambientar una parte de la historia que estaban rodando.

Todos los pormenores de esa búsqueda y su satisfactorio desenlace ya han sido referidos en el blog, de modo que es llegado el momento de hablar en exclusiva del cortometraje, a cuyo estreno asistí por amable invitación de su director, lo que aprovecho para agradecerle públicamente desde este espacio. Igualmente debo de agradecerle el hecho de que me citase en los créditos finales de la película, y nada menos que por partida triple, tanto con mi nombre real, como con mi nick en internet y con el logo de Route1963 que representa todos mis sitios web. Y por último también creo que debo disculparme por no haberme acercado a saludarle al final del estreno, pues aunque no nos conocemos personalmente, sí me hubiera gustado cambiar algunas breves impresiones con él, pero la gran afluencia de personas que demandaban su presencia y protagonismo en el acto me hicieron desistir de este acercamiento.

Visto lo cual, entraremos en materia. Y vaya por delante que no soy crítico de cine, tampoco un gran cinéfilo, y ni siquiera un aficionado común al uso. De hecho, hacía varios años que no me sentaba en la butaca de una sala de proyecciones, por increíble que pueda llegar a parecer esto. Por lo tanto, no voy a hacer aquí una crítica de cine, o al menos no lo pretendo, ya que no estoy en absoluto cualificado para ello. Sin embargo, sí es mi intención exponer algunas reflexiones e impresiones personales —y por lo tanto me temo que poco objetivas—, acerca de este cortometraje.

sábado, 31 de enero de 2015

LOS RESTOS DEL PRIMITIVO PUERTO DE BUÑOL



Un reportaje de Alfredo Simo


Os invito a la excursión que hice esta tarde (28 de Enero). Hace tiempo que venimos hablando de la N-III, y espero que guste este reportaje.

Las fotografías están tomadas entre los kms. 305 y 303 del trazado Redia (310 y 312 antiguos). Adicionalmente he añadido fotos de la travesía primitiva de Buñol que no se podrían localizar con Google Maps. Y aunque casi ninguno de nosotros somos tan viejos como para haber circulado por aquí, os puedo asegurar que bajarse al tramo original produce escalofríos.

Como ya he comentado en otras ocasiones, hay más tramos interesantes en la provincia que pertenecieron a la N-III: la antigua travesía de Chiva ajena al trazado Redia, con hito incluido, que va por el centro del pueblo y cruza un paso a nivel, así como las de Quart de Poblet y Mislata. No obstante en estos casos Google Maps sí que puede ayudar con la localización, de modo que en este reportaje me centraré sólo en este tramo de Buñol.

Comenzamos con un vetusto cartel de entrada al pueblo desde Madrid. Yo diría que es de los años 60: 


Un trazado reconocible y transitable del viejo tramo. El quitamiedos de la derecha es el de la N-III Redia. A la izquierda, el límite de la plataforma sobre la que se sustentaba este viejo camino. El abandono es de escándalo, y ésa es la parte de las mejor conservadas:







Aquí se ve la autovía a la izquierda y la N-III a la derecha. Se sabe que este tramo abandonado pertenece a la antigua nacional al discurrir de forma paralela a los postes telefónicos:



 

Otra pista de que nos encontramos en la antigua carretera es la pared que vemos a la izquierda. La técnica de la época para ir sobre un pavimento recto en una ladera no podía ser otra. En la parte superior, esa caseta podría ser la vieja ermita en honor de San Cristóbal de los años 60, que hemos mencionado alguna vez, aunque no podría afirmarlo con seguridad, pero desde luego no es la de 1994 que se conserva perfectamente visible:



En las siguientes fotos podemos observar con más detalle el estado del pavimento:









Este mojón es bien conocido. Convive con el mojón del km.310 (por el puerto viejo de Contreras) con el hito moderno del km.303 (por el paso Redia de Contreras). Me ha llamado la atención que se perciben dos rotulaciones distintas del "310". Cuando era niño, en los 80, recuerdo que en la provincia de Valencia se utilizaban las dos rotulaciones indistintamente (la "barroca" y la discreta). No sabría decir cuál era más reciente:




El tramo es intransitable y apenas reconocible para quien pase de largo:







Me llama la atención esa piedra tan bien formada. Quizá hacía el papel de "quitamiedos" en la época:



 Un pequeño tramo más reconocible:





Una grata sorpresa en la vieja travesía de Buñol. El cartel reza así: "CAMINO NACIONAL DE MADRID-VALENCIA KM. 313 HM. 7" Al lado, una vieja báscula de pesaje, en la siguiente foto:




 
 
Esta caseta parece de los años 50-60. Me cuadra por entonces que el trazado moderno no estuviera construido todavía. 



Aquí se ve la construcción del puente sobre el que atravesaba la vieja carretera. Arriba, los inconfundibles cables telefónicos:


 

El Ayuntamiento de Buñol ha tenido el detalle de contar la historia de este viejo camino:


 

Perspectivas de la vieja travesía. Sigue siendo muy transitada, ni me quiero imaginar cuando formaba parte de la carretera nacional: